La teoría del 'cuñao'
Este título surge en los mejores momentos de empresario, cuando estás disfrutando de un rato entre otros iguales a ti, que día tras día se levantan a luchar por sus empresas, en una terraza de nuestra querida ciudad. Mi amigo, Rafa Pérez (crack tecnológico) es el que me da la idea. Veréis, esta teoría también es similar a la enfermedad conocida como “sobrinitis”, que lo mismo algunos la habéis sufrido.
Podría empezar por preguntar cuántas veces os habéis encontrado en la situación en la que ofrecéis vuestros servicios a un cliente y mientras este evalúa o comenta vuestro presupuesto, os salta con un “esto es demasiado caro, mi 'cuñao' me lo suele hacer más barato”. O bien, le proponéis al cliente una idea nueva o un servicio que como empresa puedes ofrecerle, y este te salta con “no te preocupes, yo tengo un sobrinillo que esto me lo hace él y luego le doy 50 eurillos y tan contentos todos”.
Queridos clientes, somos empresas (o autónomos). Cuando te pones malo, ¿también llamas a tu 'cuñao' a que te dé un diagnostico? Cuando necesitas un medicamento para ese dolor tan fuerte de espalda, ¿también avisas a tu “sobrinillo” a que te lo fabrique? Yo creo que no.
Cierto es que ya no me encuentro tanto con estas situaciones, pero también es cierto que es porque las evito. Hace tiempo decidí que es mejor invertir en clientes potenciales que verdaderamente valoren los servicios de mi empresa que intentar captar por captar. Como casi todos, en momentos complicados de nuestras empresas, hemos buscado clientes de manera desesperada, y es cierto que nos hemos agarrado a cualquier posibilidad de contratación bajando los presupuestos a los ratios de ese 'cuñao' para así quedarnos con el cliente. Pero creedme, a la larga es un error. Ese cliente captado así no entenderá la profesionalidad en tus servicios, creerá que puede apretarte y exigirte más allá de toda posible relación cliente-proveedor, y el día menos pensado dejará de contar contigo para irse, como tenía pensado desde un principio, con su 'cuñao'.
A pesar de que nos encontremos en periodos difíciles para nuestras empresas, debemos mantener nuestra posición y servicio (dentro de unos cánones). No debemos mercadear con nuestros presupuestos, igual que tampoco deberíamos de hacerlo con nuestros proveedores. Un proveedor fiel es un partner estratégico siempre. Por supuesto, hay proyectos en los que interesa asumir posibles pérdidas o bajada de beneficio por el interés en captar el cliente. Pero eso es una decisión puntual.
Ahora me dirijo a esos 'cuñaos' y “sobrinos”. ¿Toda la vida vais a estar así? ¿Cuando os pongáis malos vais a ir a la Seguridad Social que pagamos los demás? Y así podría seguir, pero sería estar un buen rato y se extrapolaría a otras cosas, ya lo veo venir.
Las empresas damos un servicio, al igual que un autónomo. Y para ello, según nuestra actividad, hacemos uso de proveedores a los que pagamos religiosamente con nuestros impuestos. Es una cadena de profesionalidad, un “quid pro cuo” profesional, por así decirlo, en el que debe haber un respeto. Hay que negociar, claro que sí, para tantear a nuestros proveedores y adaptar siempre precios. Pero al final, los precios son los que son y hay límites a los que no se puede llegar. Y hemos de respetar: si no se puede llegar a acuerdo, en otra ocasión será, pero no entremos en juegos de intentar comparar servicios que no son iguales.
Una empresa no va a poder competir en oferta económica con un 'cuñao', pues hay costes directos e indirectos que él nunca va a repercutir sobre su presupuesto. Por otro lado, un 'cuñao' no va a dar jamás un servicio profesional como una empresa o autónomo.
Si no estás de acuerdo como cliente es que aún no has encontrado una empresa lo suficientemente profesional. Si, por el contrario, eres un 'cuñao', léete todos las entradas de este blog (4 meses) y te darás cuenta de que el mundo de la empresa es maravilloso, que se genera empleo, que puedes alcanzar proyectos mas interesantes y vivir experiencias fantásticas y, sobre todo, dejarás de “joder” a aquellos que siguen las reglas de juego. ¡Y tú no!
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