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Yo también quiero la “Independensia”

Antonio López

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El pasado martes 8 de enero, con motivo de la inauguración de la línea de Alta Velocidad (AVE) Barcelona-Girona, el Príncipe Felipe, el Presidente del Gobierno y otras autoridades estatales acudieron a la Comunidad de Cataluña donde fueron recibidos por una comitiva encabezada por el “Molt Honorable President de la Generalitat”, señor Artur Mas. El encuentro estaba revestido de cierta expectación ya que la relación entre los presidentes estatal y autonómico no pasa por sus mejores momentos debido a las continuas reivindicaciones nacionalistas del líder de CIU que sigue con la estrategia mantenida durante la campaña electoral -posiblemente para distraer la atención sobre su gestión- a pesar de la bajada de votos que experimentó la opción política que encabeza y que, en cierta medida, benefició a otras formaciones defensoras de posturas independentistas más radicales como, por ejemplo, ERC, la cual se ha convertido en soporte de gobierno para Mas. Si bien la cordialidad reinó en el trato personal, las intervenciones públicas de unos y otros sirvieron para arrojar ciertos mensajes que denotan la delicada situación institucional que, a día de hoy, viven los gobiernos nacional y regional. Mientras que el Príncipe Felipe y Rajoy abogaron por aunar esfuerzos y tender lazos de unión, Mas volvió a incidir en que Cataluña, pese a ser la comunidad “que más contribuye al PIB español, es la que tiene menos dotación de infraestructura pública”.

Sinceramente, no entiendo las quejas del Presidente catalán ya que su Comunidad Autónoma es la única del Estado que puede presumir de tener todas sus capitales unidas por la línea de Alta Velocidad, circunstancia que, sin duda alguna, supone todo un privilegio al que más quisieran acceder otros territorios del país como, por ejemplo, Andalucía. Sólo tres provincias de nuestra tierra, Sevilla, Córdoba y Málaga, están conectada actualmente mediante AVE, quedando las otras cinco abocadas al uso de las líneas ferroviarias regulares. En concreto, la apertura del tramo inaugurado el pasado martes en tierras catalanas, que supuso una inversión de más de 3.700 millones, permitirá que, a partir del próximo mes de abril, se puedan prestar servicios directos desde Barcelona a otras ciudades francesas como París, Marsella, Lyon o Tolusse, circunstancia que repercutirá positiva en el comercio exterior y, por tanto, en el desarrollo económico de la región. Así pues, si empleamos la misma técnica torticera que el señor Mas aduce en sus planteamientos y calculamos la aportación efectuada por los ciudadanos catalanes para sufragar los 3.700 millones de la referida inversión, el resto de presidentes autonómicos deberían exigir al President de la Generalitat la proporción que les corresponde pues Cataluña va a prosperar económicamente mediante una actuación que ha sido financiada en su mayoría por el bolsillo de los ciudadanos de todos los puntos del país. Además, alguien también debería recordar al señor Mas que la depauperada situación de la Hacienda catalana ha motivado que el gobierno autonómico que preside no haya tenido más opción que acudir al Fondo de Liquidez Autonómico (FLA) para obtener recursos financieros con los que hacer frente a sus múltiples deudas, las cuales, por tanto, van a ser costeadas por el “insolidario” Estado español o, dicho de otro modo, por los impuestos satisfechos por el ciudadano andaluz, extremeño, manchego, etc.

Si tenemos en cuenta que, a pesar de las continuas quejas nacionalistas, las inversiones del Estado en Cataluña para mejorar sus infraestructuras ferroviarias han ascendido a los 10.000 millones de euros en el período comprendido entre el año 2000 y el 2012, podemos afirmar que la citada Comunidad Autónoma es la que más inversiones ha recibido en esta materia, hecho que, tal como he reseñado, ha permitido que todo su territorio esté conectado por la alta velocidad. Desconozco a qué se debe este trato preferente pero no quiero pensar (¿o sí?) que tiene su causa en el continuo victimismo de una fuerza política que, por mor de la legislación electoral, aunque reniega del centralismo madrileño, suele desempeñar una indispensable labor de bisagra en las Cortes Generales, convirtiéndose en aliado permanente o puntual del gobierno de turno que, con independencia de su color, agradece los servicios prestados en forma de inversiones consignadas en los Presupuestos Generales del Estado. Así pues, por si acaso, contemplando la pírrica inversión prevista en los Presupuestos para nuestra ciudad y con el único afán de lograr en esta materia el mismo trato “discriminatorio” que, según el señor “Arturo” Mas, padece Cataluña, yo también quiero la “independensia” de nuestra tierra y la proclamo como él, en mi lenguaje propio, el dialecto andaluz, porque, si nos atenemos a la tradición histórica, cuando en el año 929 Barcelona sólo era un condado del reino de Aragón, Córdoba era un califato independiente con más de un millón de habitantes que disfrutaban, entre otras infraestructuras, de una famosa universidad, una biblioteca con más 400.000 volúmenes, 27 escuelas para enseñar a los niños pobres, iluminación pública de sus calles, etc. Por tanto, si el líder de CIU y sus acólitos prosiguen con sus reclamaciones nacionalistas y con ello obtienen importantes réditos, creo que ha llegado el momento de declarar nuestra “independensia” de Cataluña porque, si nos atenemos a los datos históricos aludidos, podemos hablar del “hecho diferencial” con más propiedad que otros.

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