Otra vez con el Palacio de Congresos: ¿Por qué, por qué?
Que nadie piense que se trata de una crónica deportiva pues las preguntas retóricas no son exclusivas del espectro futbolístico. Mucho antes de que Mourinho copara los titulares futbolísticos con sus declaraciones -concretamente, desde que tuve la oportunidad de participar en la definición del proyecto de mi ciudad mediante el ejercicio del derecho al voto- llevo planteándome, aunque por distinta causa, la misma incógnita que el entrenador lusitano y eso que, todo sea dicho, soy simpatizante del Barça.
Cada vez que repaso las principales propuestas que cada formación política municipal defiende como buque insignia de su proyecto, tengo la sensación de revivir un peculiar “Día de la Marmota” y, en mi humilde opinión, ésa no es una buena señal para el devenir de nuestra ciudad. La creación de empleo para reducir el alarmante índice de paro, el apoyo a los jóvenes emprendedores, la mejora del acceso a la vivienda… y, en esta semana, una vez más, (¿la enésima?) la construcción del Centro de Congresos.
La privilegiada ubicación de Córdoba en la geografía andaluza y su fluida red de medios de comunicación convierten a nuestra ciudad en un más que interesante punto de encuentro donde llevar a cabo citas congresuales. La puesta en marcha de una instalación moderna y adecuada para albergar este tipo de eventos ha sido siempre una prioridad para el desarrollo de Córdoba y, aunque llega un poco tarde, aún hay margen de maniobra para recuperar el terreno perdido a favor de otras urbes como Sevilla o Málaga. No obstante, a pesar de la trascendencia de este proyecto, su materialización se resiste. Ya sea por desidia, ya sea por incapacidad, las distintas Administraciones Públicas implicadas no llegan a ponerse de acuerdo y, esta circunstancia, redunda en un perjuicio final para la ciudadanía.
Durante los últimos siete días, hemos tenido conocimiento de que el gobierno local ha dado luz verde al controvertido proyecto de Palacio de Congresos en el Centro Sociocultural “Miguel Castillejo” del Parque Joyero por un total de veintiún millones de euros. De éstos, once habrán de salir de las ya depauperadas arcas municipales. La reacción a este anuncio no se ha hecho esperar y, junto con las críticas de la oposición municipal, la Junta de Andalucía ha vuelto a sacar del cajón la reforma de la vetusta instalación de la Calle Torrijos. La polémica se atisba pues en el horizonte de este importante proyecto donde las zancadillas políticas y las sospechas suponen una rémora insalvable. Respecto a las primeras, parece extraño que el gobierno autonómico, tras anunciar la ampliación del Centro de Congresos ubicado en el casco histórico y, paralelamente, dejarla en el olvido, retome esta iniciativa justo cuando los populares anuncian el primer paso en el proyecto del Parque Joyero. Por otro lado, en relación a las segundas, aún queda por dilucidar ciertas cuestiones como la propiedad de los terrenos circundantes cuyo valor urbanístico experimentará un importante crecimiento, así como las verdaderas causas que han impulsado a Cajasur a donar la instalación y, al Ayuntamiento, a aceptar tal liberalidad que, a simple vista, no parece que sea un chollo por el coste de su mantenimiento y las limitaciones funcionales y estructurales que presenta.
Así pues, en este contexto, no es extraño que el debate en torno al Palacio de Congresos sea nuevamente caballo de batalla político en Capitulares, repitiéndose, una vez más, como si de un indigesto refrigerio se tratara sin que las distintas instituciones hayan sido aún capaces de digerirlo. Si, desde hace años, los distintos partidos y formaciones han tenido claro cuáles son los principales déficits que presenta esta ciudad, aún no entiendo cómo estos –incluido el proyecto del Palacio de Congresos- siguen pendientes y, como no podía ser de otra manera, no puedo evitar preguntarme: ¿Por qué, por qué?
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