El domingo 20 de abril de 2003, Eduardo Galeano, uno de los periodistas más lúcidos que ha dado Latinoamérica, publicaba en el diario argentino Página 12 su célebre artículo “Cuba duele” (es fácil de encontrar en la red). En ese puñado de palabras cargadas de razón y resignación, Galeano, conocedor desde muy adentro de la realidad de Cuba, sancionaba la falta de ciertas libertades, el verticalismo del poder y su militarización, la pena de muerte, el encarcelamiento ante la falta de libertad de expresión. También alertaba a Cuba a no seguir el ejemplo de aquello (los Estados Unidos) contra lo que levantaron el sueño de su revolución, ya que muchos de esos males, no eran sino la misma forma de opresión sobre el pueblo.
Este artículo de Galeano, al que me atrevo a sustraer el espíritu del título, le costó su precio. Fueron varios los años en los que el escritor uruguayo no pisó la isla.
Esos años le dolieron a Eduardo, me lo contaba en alguna ocasión paseando por Montevideo.
Yo conozco la realidad de Cuba de manera muy sesgada. Mi experiencia se basa en dirigir un proyecto de investigación del Ministerio de Ciencia en el que un nutrido grupo de investigadores tratamos de recuperar la memoria de uno de los grandes arquitectos españoles exiliados en Cuba durante la guerra civil, huyendo del fascismo; Martín Domínguez. Mi experiencia de trabajo en Cuba ha sido buena, pero esta es solo una vivencia personal sin más valor. He hecho trabajo de campo en muchos de los barrios de La Habana como los de Habana del Este, que no son sino barrios llenos de gente digna, en casas dignas y con las mismas ganas de prosperar y mejorar sus vidas que veo en cualquier otro lugar del mundo en los que he podido trabajar. Pero en un ambiente sano, seguro y empoderado, cosas que no abundan tanto lastimosamente por Centroamérica. Y me alejo bastante del romanticismo revolucionario al decir todo esto.
Por eso, cuando he leído el artículo de Magdalena Entrenas en su blog de este mismo medio, en el que hace un análisis de la realidad cubana y pone como experiencia personal una parada de unas pocas horas en un crucero turístico, mi reacción es de profunda pena y algo de rabia. En esas pocas horas pudiste ver la decadencia de La Habana Vieja y como bien dices, personas que por un puñado de monedas se vendían. Y cómo tenías que ir regalando bolígrafos por el Hotel Nacional. Seguiste tu viaje, según dices a otra isla de Las Antillas.
De lo que estoy seguro Magdalena es que una de esas islas no era Haití, país vecino de Cuba, a muy pocos kilómetros de su costa. El país con los más altos índices de pobreza e inseguridad del mundo, que alberga eso sí, eso tan manido que llamamos democracia. Quizás Haití esté todavía pagando ser el primer país de toda América que se independizó de su potencia imperialista. No creo tampoco que visitaras los otros países cercanos de El Caribe, todos demócratas (o en todo caso te quedarías en algún hotel de lujo rodeado de altas vallas). Guatemala, Honduras, Nicaragua, El Salvador. Todos países con los más altos índices de violencia de toda América, empobrecidos, sostenidos por gobiernos corruptos que en su momento tumbaron a gobiernos dignos con el apoyo de la gran potencia. Esa misma suerte pudo correr Cuba.
Por eso, si me das a elegir en qué país podría ser más feliz y llevar una vida más digna de todo el entorno centroamericano, me lo pones muy fácil. Cuba, con sus muchos problemas y vicios y contradicciones, ha conseguido valores dignos en los parámetros básicos de la vida, como son la salud integral, la educación, la seguridad ciudadana. Cosas que en los países del entorno son solo sueños.
Magdalena, cuando dices “ver jóvenes que por muy poco se vendían a cualquiera”, eso no es Cuba, eso es el mundo. Solo te falta levantar el teléfono, consultar en internet y muy cerca de tu propia casa sino en tu mismo bloque tengas un piso de prostitutas dispuestas a eso mismo. Cuando escribas cosas como “Pisar el mítico Hotel Nacional y tener que regalar a cada paso un bolígrafo, o un simple caramelo”, eso no es Cuba Magdalena, eso es el mundo. O si no te das un paseo por algunos de los barrios de Córdoba que están entre los más pobres de Europa, con tasas de desempleo por encima del 95%, si es que consigues entrar en ellos y tienes el valor de ponerte a regalar bolígrafos. Y cuando en ese análisis basado en un paseo de unas horas dices que la ciudad estaba llena de “marquesinas con mensajes ideológicos trasnochados y falsos”, no olvides que en España aun hay miles de inscripciones, monumentos y nombres de calle de fascistas, y que en 2006 cuando tú fuiste, el gran dictador español descansaba en el gran monumento del Valle de los Caídos. A ver si cae ya la placa enalteciendo a los que cayeron por Franco en la Mezquita de nuestra ciudad.
No estaría mal que recordaras que en ese año de 2006 en el que pisaste como turista ocasional La Habana, estabas viendo las terribles consecuencias de un bloqueo norteamericano que apretó sus manos sobre toda la población civil a partir de 1992, aprovechando la contingencia de la caída del muro para intentar asfixiar al máximo a las gentes de Cuba, tan dignas como cualesquiera otras. Seguramente ese bloqueo sirvió como un doble juego para el propio gobierno cubano, reforzando muchos de sus defectos.
La falta de democracia no está en todo eso que viste en esas horas. Es el mismo juego que establece los Estados Unidos sancionando la pena de muerte en Cuba cuando en 27 estados del país norteamericano es legal. Entre 1976 y 2021, los Estados Unidos han ejecutado a 1516 personas. En Cuba no ha habido ejecuciones desde hace 18 años. En estados Unidos el último ejecutado fue el pasado 30 de junio de este año.
Todo por lo que señalas a Cuba está aquí. No hacen falta democracias ni dictaduras.
Ojalá Cuba sepa aprovechar este momento para viajar hacia nuevas formas de apertura, hacia una democracia que contengan las aspiraciones de la mayoría de sus gentes. Y ojalá que los Estados Unidos levante su enorme pie podrido de la isla. O al menos que haga caso de la resolución de Naciones Unidas aprobada el pasado 3 de junio de este mismo año por el que 184 países votaron por el fin del bloqueo norteamericano a Cuba. Sólo dos votaron en contra: Estados Unidos e Israel. Esos dos votos bloquearon la resolución. 184 contra 2. Esa sí que es democracia de la buena. Democracia de turista ocasional.
1