Yo, la madre del artista.
Hay que ver lo que llena la maternidad…Es decir, lo que llena de cosas tu casa porque el nuevo inquilino, aunque llega pequeñito viene acompañado de muchas y grandes cosas, y no estoy empleando ninguna metáfora, cuando digo cosas digo simple y llanamente COSAS: carrito, cuna, cambiador, minicuna, hamaca, columpio, andadores, correpasillos, la trona, y un sinfín de artilugios, la mayoría prescindibles, pero que tú como primeriza inexperta adquieres porque no quieres que a tu criatura le falte un perejil.
¿Y dónde se imaginan que van a parar todas esas cosas?, pues, como tu casa no es que sea precisamente el Palacio de Liria tienes que sacrificar una habitación para cedérsela al churumbel, ¿cuál...?, efectivamente, aquella en la que tú pasabas tus horas muertas enfrascada en el silencio, la lectura, la música, internet,…¡Ay, qué tiempos aquellos ¡, ahora ni tengo habitación, ni horas muertas, ni silencio…, y para mirar internet en el portátil tengo que encerrarme en el cuarto de baño a escondidas de mi criatura. De pena...
¿Realmente se necesitan tantas cosas para criar un bebé?. Por ejemplo, ¿les parece necesario que una personita en poco más de un año llegue a tener hasta cinco modelos de cama?: moisés, minicuna, cuna, cuna de viaje y por fín la camita. Si lo mismo te toca una de las criaturas que no duermen o como la mía que lo hace sobre mi. Que yo no lavaba las sábanas de su cuna, sino que les pasaba el plumero. Otro gran trasto es el parque. El parque no gusta a los niños, ¿cuántos aguantan ahí enjaulados más de diez minutos?. Empecemos a llamar a eso contenedor de juguetes porque otra cosa no es. De hecho metemos ahí tantos juguetes que cuando queremos que lo use la criatura, ésta acaba llena de moratones y rasguños porque tropieza, se cae, se los clava…
¡Dejen en libertad a sus criaturas, libérenlas de las ataduras de hamacas, trona, parque y similares, y que vayan descubriendo el mundo que les rodea¡. Hay niños y niñas que se pasan todo el día sentados en una hamaca o en una trona en lugar de estar gateando y experimentando con el entorno. Sí, hablo desde la más profunda envidia.... Yo no he podido disfrutar de las libertades y la tranquilidad que proveen esos trastos a madres y padres corresponsables.
Es inevitable, los pequeños, van transformando paulatinamente el paisaje doméstico haciéndolo suyo, y claro... tú que vas de madre muy actual, te debates entre dejar que la criatura desarrolle su creatividad por toda superficie plana que encuentre a su alcance, o pasarte todo el día como en aquel anuncio: “eso no se pinta, eso no se desconcha, eso no se mancha, ni se agujerea”. ¡vaya tela el niño¡ ¿sus inquietudes son artísticas o perversas?. Una, incapaz de resolver tanta obra de arte, opta por el disimulo, es decir, va colocando los cojines en el sofá sobre los agujeros y sobre los trazos de tinta que han hecho de un diseño liso otro estampado; va ubicando los cuadros en las paredes en función de los desconchones (¡qué pena que dejase de estar de moda el gotelé¡ con lo sufrido que eso era y lo que entretenía a esos deditos inquietos afanados en ir arrancado bultito a bultito); los rayados del frigorífico los cubres con imanes de lo más folclóricos. Y... ¿qué hacer con las improntas de esas manitas sobre cristales y espejos?, pues dejarlas tal cual…en Altamira hay elementos pictóricos similares que han tenido muy buena acogida. Una buena madre estaría todo el día con el amoníaco, la brocha y la bayeta, pero yo no. No es por impotencia, ¡qué va…¡, es porque soy una madre in que no puede poner freno a tanta y tanta creatividad…Cuando la criatura llegue a la pubertad, si ya ha abandonado su pasión destructivo-grafitera, echaremos abajo la casa o lo que deje de ella y empezaremos una nueva vida. Lo que no se haga por un hijo…
Recolocar diariamente cada cosa en su sitio es tedioso, pero yo voy tranquila…no pierdo la calma…voy repitiendo a modo de mantra: “la criatura ha salido inquieta y eso le será muy útil en su adultez para hacerse pronto independiente y vivir fuera de esta MI CASA...”.
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