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El espectáculo de la solidaridad

David Val

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La solución a los recortes y a la pobreza extrema ha llegado: Entre Todos es el nuevo programa de TVE que permite a los más desfavorecidos recoger las migajas que les lanzan los de arriba

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Gritos, aplausos, saltos de alegría, lágrimas de rabia. Toñi Moreno se ha convertido en una de las personas más odiadas de la televisión. Sí, es la presentadora de Entre Todos, un programa insultante que aparece todas las tardes cuando sintonizas la ya de por sí vomitiva TVE. La solidaridad convertida en espectáculo. Una madre llora desconsolada mientras pide que alguien le pague la carrera a su hija. No se lo pide al ministro Wert ni va a liarla a las puertas del ministerio de Educación. Ni llama a la huelga o a la manifestación. No. Va a la tele para que la todopoderosa Toñi le arregle el entuerto. Y, ¡oh! Milagro. Un señor llamado Carlos, que está en su casa amasando dinero a saber de qué forma conseguido, llama a Toñi para decir que a cambio de que la madre desconsolada le limpie una vez al mes el piso donde vive, va a pagar la carrera de su hija. Se escuchan gritos, vivas, Toñi da una patada al aire y su zapato sale despedido. ¡Vamos!

Me recuerda al esperpento que gira en torno a los evangelistas. A esos súper sacerdotes que dicen dar vista a los ciegos y movilidad a los paralíticos. ¿Cuántas veces no habrá ridiculizado Toñi y compañía a esas personas que se dejan llevar por la supuesta magia de la fe? Pues ahora ella está en el mismo barco.  Oh, sí. Creamos en la solidaridad humana, el hombre es bueno por naturaleza. No pidas, no reclames. Solo confía en que algún poderoso se apiade de ti.

Me recuerda también a cuando en las clases de religión nos enseñaban a ser caritativo, que no solidario. Me viene a la mente la imagen de esa señora, arrugada, empobrecida, que pedía limosna a las puertas de la Iglesia en plena Transición. Helada de frío, temblando, acurrucada tras un ligero velo, veía cómo salían señoronas y señorones poderosos de la iglesia, abrigados con pieles y grandes abrigos de visón. Qué bien se vive en España, decía. Ella, que pedía a las puertas de la iglesia y que estaba muerta de frío, no veía su pesar, sino la dicha de los demás. Y esos que salían de la Iglesia, que acaban de recibir el cuerpo de Cristo y no sé cuántas chuflas más, se querían sentir bien con ellos mismos, acercarse un poquito más al Reino de Dios, y dejaban caer un par de duros en las agrietadas manos de la vieja. Buena acción del día cumplida.

Pues sí, esta es la solidaridad que concibe la derecha, no la que busca organización popular y lucha para exigir unos derechos. No, esa no. Solo conciben la de la caridad, la que va de arriba abajo. No os unáis. Ve solo y podrán ayudarte. Pero sé individual. Por eso hay que fomentar la caridad. Olvídate de que tienes derechos, arréglate como puedas y si la vida te da la espalda, siempre te quedará la limosna. “Ponga a un pobre en su mesa en Navidad”, decía Berlanga en Plácido. Entre Todos no es más que una burda continuación, pero en el siglo XXI. Con más efectos de sonido. La solidaridad convertida en espectáculo. ¿Quieres pagar la hipoteca? No te preocupes. Llora o ríe cuando te digamos y a lo mejor tienes suerte. Aplaude, salta y grita. Conmueve al público. Si haces llorar al telespectador con tu historia tendrás más opciones de que alguien se apiade de ti y te dé esos euros que te faltan. Pero, recuerda, no reclames tus necesidades más básicas, no estamos aquí para criticar. No uses un lenguaje político o ideológico. No. Usa un lenguaje emotivo. Nosotros te pagaremos la silla de ruedas o el tratamiento de tu hijo, pero no se te ocurra decir que Ana Mato se ha gastado tu dinero en globos para la fiesta de cumpleaños de su hijo. Así que dedícate a levantar la suficiente simpatía y compasión. Porque si no lo haces, adiós al tratamiento.

Es a lo que hemos llegado. Esta burda basura televisiva nos vaticina un futuro donde para poder estudiar tendrás que tener un buen patrocinador. Tendrás que ir a la universidad con una camiseta de galletas Cuétara o con unos pantalones que patrocinen a zumos Don Simón. Y si quieres leche y libros para tus hijos, no pienses en reclamarlo al gobierno ladrón y corrupto. No. Tizna la cara de tus niños, hazles llorar para que se les hinchen los mofletes y se les pongan rojos y después llévalos a Entre Todos con nuestra amiga Toñi y el problema estará casi resuelto.

En el siglo XXI, quien cree ejercer la solidaridad, lo hace como si de un artículo de compra y venta se tratara, que no exige ningún análisis ni transformación alguna. No es más que un ejercicio de consumo. La solidaridad no requiere sacrificio ni esfuerzo, pero me hace sentir bien. Más cerca del Reino de Dios. Exploto a mis trabajadores, les robo la Seguridad Social… pero ayudo al pobre niño que necesita unos libros para el colegio. No es más que solidaridad puntual, reactiva, que no se prolonga en un compromiso duradero. Se trata de un uso perverso de la compasión, que no constituye el primer paso de un proceso pedagógico de implicación con los más desfavorecidos, sino que es un simple reclamo de ayuda puntual. Unas lágrimas por aquí, unos aplausos por allá y aquí tiene su ayuda. Que pase el siguiente. Y todo orquestado como si de un circo se tratara. No hay motor alguno para el cambio social, ni siquiera para el cambio personal de la persona afectada. Solo es ayuda puntual a cambio de tranquilidad de conciencia. Gracias a Entre Todos, los ricos explotadores, estafadores y ladrones pueden dormir un poquito mejor.

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