Periferias
Hay algo en la periferia que nos desconcierta, por infrecuente, quizá porque estamos poco acostumbrados a transitarlas. La periferia es territorio mixto, nuestras pequeñas fronteras provincianas. Esos límites -entre lo urbanizado y el barbecho- nos permitieron en los primeros años hacer cabañas con palets y huir donde luego construirían el barrio del Zoco, las promociones que cosieron la avenida del Aeropuerto con el Parque Cruz Conde. Las periferias se convirtieron en ciudad y perdieron su esencia inquietante. Quien mejor escribió la periferia fue Pablo García Casado, en ese poemario que ha cumplido ya 15 años, Las Afueras. Desde entonces, nadie ha vuelto a asomarse allí de esa manera.
El pasado lunes, el propio Pablo, en la presentación de la novela ‘El escalador congelado’, de Salvador Gutiérrez Solis, hizo mención a las películas del director sevillano Alberto Rodríguez como un cine que retrata la Sevilla que no ven los rancios columnistas, que no reflejan quienes viven y trabajan en el centro de la capital. La Sevilla de los 650.000 habitantes, y no la de los 30.000 de Sierpes, Tetuán y Plaza Nueva. Pablo hacía un paralelismo, a mi juicio nada equivocado, entre ese cine y la nueva novela de Salvador, porque ésta recorre también las historias periféricas que les ocurren a la gente corriente; su modestia le impidió añadir a ese grupo el poemario Las Afueras, algo que hago yo porque es de justicia.
En Córdoba también tenemos nuestro circuito cerrado, cuyo perímetro encaja con la Mezquita al SUR, Capitulares al ESTE, El Vial (sede PP) al NORTE y la Avenida del Aeropuerto al OESTE (sede PSOE). Todo lo que discurra fuera de ese perímetro tiene escasas posibilidades de ser noticia, siempre salvo excepciones, claro. A la escasez de personal en los medios de comunicación se suma la sequía de iniciativas. Ahí también está la crisis del periodismo. Novela, cine y poesía son quienes han tenido que cubrir el hueco que hemos dejado los medios, y no olvidemos que, de todos ellos, sólo la prensa hace información sobre la realidad, el resto suele operar sobre la ficción.
La periferia, entendida como una zona física o mental, es un terreno bipolar, fragmentado. Si es industrial, suele ser tranquila por la noche y bulliciosa por la mañana. Si es residencial, al contrario. O eso creemos, porque no la transitamos con la frecuencia con la que deberíamos. La periferia, entiéndanme, son los barrios donde discurren los miedos y certezas de la gente normal, la que no sale en los medios, la que (de contarse) nos diría cómo es realmente la ciudad, más allá de los límites de la comodidad.
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