Lento
Digo lento, y no slow. Porque lento, haciendo una parada incidente en la N suena más a lentitud que slow, que aunque tiene una uve doble en la que recrearse, no es lo mismo.
Desde el más absoluto desconocimiento de cómo se trabaja en el campo, entiendo que es una empresa lenta, que no se acaba en un día. Los periodistas, especialmente los de radio manufacturamos un producto que nace y muere el mismo día. Salvo en noticias que se congelan, como el pescado, o las que se cuentan por capítulos, como seriales y reportajes que reclaman una elaboración a fuego lento, lo demás es un ir, ver y contar. Porque la radio (en muchas ocasiones) no espera ni a volver para contarlo, sino que lo hace in situ.
El campo, supongo, requiere de planificación y paciencia. Uno conduce entre Écija y Osuna y aprovechándose de la rectitud de la carretera entiende que el arado no es labor de un día, como tampoco lo es la siembra, la recolección y mucho menos el barbecho.
Desde arriba, el campo andaluz debe parecer una inmensa manta hecha de retales, de colores diversos, estampados y listas de surcos. Una manta que se cose lenta.
Ni que decir tiene que la lentitud no puede equipararse con la vagancia. Nadie a estas alturas confunde un vago con un cuidadoso. Dedicar más tiempo a desmontar el tópico es reforzarlo.
Lenta se apellida el alma de quien ha creado las obras que se exponen en la Casa Góngora. Me quedo con este homenaje a Perec pero también con el delicado proceso de reflexión que se intuye que hay detrás de todo y que desemboca en una frase para reclamar esta ciudad: pan, aceituna y silencio. Pues eso, que no nos viene mal un poco de lentitud para llegar mejor.
*La obra fotografiada pertenece a la exposición Con alma lenta del artista Pablo Prieto, que se expone estos días en la Casa Góngora.
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