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Hotel (espacios)

José María Martín

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Eso que ven es un hotel en la costa de Almería. Eso que ven es un hotel en California, Santa Mónica por ejemplo. Con su luminoso con la palabra Hotel soportado por una estructura metálica visible a la luz del día. Las letras de los luminosos están hechas para la noche, pues es entonces cuando parecen flotar en el aire. Aquí en Santa Mónica, Carboneras, apenas hay turistas pues no siquiera ha llegado el verano, es un día entre semana y supongo que un huésped no suele ver a nadie paseando por los pasillos del hotel. Este hotel debería tener, además de su recepción y su salón comedor bien dispuesto con sus mesas vestidas y vacías, un bar sin piano pero con bebidas alcohólicas ordenadas en un estante de espejos, iluminado desde abajo por tibias luces amarillas. En él, un joven barman serviría cualquier combinado típico de Los Ángeles y sus alrededores. Llama la atención, ya fuera del hotel el magnolio que se presenta como un robot de cien brazos articulados y moldeables; el depósito blanco de la azotea, las balaustradas de mármol blanco, también blancos los cierres de aluminio de los ventanales rematados en arcos de medio punto. En este hotel,que es realmente un motel, hay una biblia en cada cajón de la mesilla de noche de cada habitación y en la habitación que queda entre la 12 y la 14 hay una biblia con una pistola encajada en el hueco que han recortado en sus páginas. En este motel vivieron su última escapada un hombre y su amante y ambos salieron de allí lamentados pensando en que sería la última vez. Y lo supieron mientras fingían satisfacción ante un desayuno de pan precocinado, zumo de bote y café aguado. En ese motel, en primavera, se oyeron los gritos y el llanto de ruptura, tristeza y media noche en una ocasión en la que sólo había una pareja alojada y el portero de noche dormía profundamente en la habitación de servicio. Este hotel ya lo has visto antes, ha salido muchas veces en la televisión. Por eso te atrae reservar aquí una habitación, por eso quieres sentarte a la mesa que hay junto a la ventana, con vistas al mar y a la palmera que queda a la derecha en la foto. Y has pensado en abrir esa libreta nueva y apuntar los pros y los contras antes de decidir. Y mientras piensas, miras al frente, la playa y crees que podrías pasear un rato y así despejarte y caminar descalzo sobre la arena, y sentarte en el límite donde muere el mar a empujones. Este hotel es un refugio, como los de alta montaña, y aunque nunca he llegado a entrar sí que lo conozco por todas la películas en las que lo vi. Me he sentado a leer en la playa y he hecho esta foto. He leído 'La habitación oscura', de Isaac Rosa y he comprendido algunas cosas sobre mi generación. He entendido mejor qué es lo que ha pasado en estos últimos años: lo que ocurrió al principio cuando éramos personajes de una “sitcom”, también nos veo buscando el aroma a vainilla en los vinos caros y armando muebles automontaje que morirían después par dar paso a otros más caros, con la creencia de que “nada podría alcanzarnos porque éramos inmortales”, sin percatarnos de que nuestra vida parecía ya más un “largo anuncio” que una “sitcom”. Saltando por los aires la historia de nuestros padres, los de la empresa única, los de la estabilidad y dinamitando igual la prehistoria que anuncia la generación posterior, sin un trabajo donde cobrar un primer sueldo, sin un mero horizonte, sin tan siquiera la posibilidad de vivir unos meses en esa escena de fiesta, belleza y felicidad extrema de masajes con chocolaterapia y tónicas de importación.

Por eso este hotel es el escenario, ahora, de lo plausible. La oportunidad para reconvertirlo en el símbolo de lo natural y lo no impostado. Porque, a pesar de su decadente historia reciente, está en el lugar perfecto para limpiarlo de recargadas decoraciones y horror vacui y liberarlo para el disfrute. Ahora, que hemos probado las mieles caras de la derrota es el momento de elevar lo simple al cajón ganador del podio. Ahora es tiempo de volver al pan recién horneado, al zumo recién exprimido y al mar nuestro.

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