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Atracón

José María Martín

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Aquello que evoluciona de forma artificial porta inevitablemente el virus de la ficción. El barrio es barrio gracia a sus propios límites. Como todo, como todos, conforma su identidad en su negación. Lo que no es barrio identifica al barrio, como lo que no es melocotón identifica lo que sí lo es o lo que no es uno en sí mismo, refuerza la identidad propia.

El barrio, insisto, era barrio gracias a sus propios límites. Pero lo límites mutan y lo que en un tiempo era no-barrio se contagió progresivamente de algunas características de él para terminar siéndolo. Así, las fronteras fueron primero descampados, vastos campos yermos que mirar desde los últimos bloques, después se convirtieron en territorios para explorar; espacios no-urbanos donde pasear, saltar montículos con la bicicleta o simplemente perder la vista. En unos años, lo suficiente pausados para asimilarlo, el barrio digirió algunos de sus límites tal y como se expande una mancha de aceite en un mantel de algodón.

Digerir no es engullir. Y ahora la ciudad se deshace al enfrentarse al atracón de nuevos residenciales. La digestión es muy pesada, y las consecuencias son una terrible dormilona, un letargo desconcertante. La vida allí, supongo, se ciñe al viaje, el trabajo, el regreso y la parada en el centro comercial para buscar víveres. Quizá, los más atrevidos, escapen de su rutina gracias a una rutinaria cerveza en el bar de diseño y cacahuetes. La siguiente foto (de ínfima calidad pues nada tiene que ver con ella Rafa Madero) nos descubre una zona todavía vallada, urbanizada, pero sin viviendas. El lector atento podrá descubrir al fondo una zona de juegos infantiles.

Hay un paso más, no se sí lo veremos aquí: es el área (imposible llamarlo barrio) cuyos límites son circunvalación y que en contacto con ello acaba siendo eso mismo; y uno se descubre un día viviendo rodeado de viales, rotondas, quitamiedos y señales de prohibido circular a más de 80. Cuatro vecinos locos se desvivirán por coser lo que el urbanismo dibujó, pero ficción es y así será mientras otros se preguntarán qué hacen llevando a sus nietos a este parque de atracciones falsas que ha quedado en mitad de la nada, a la espera de nuevos bloques .

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