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El resfriado

Turistas haciendo cola para entrar al Alcázar | TONI BLANCO

Alfonso Alba

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Este Puente de Andalucía, Córdoba y Sevilla rebosaban de turistas. Los taxistas no daban abasto, en las terrazas no se cabía y era difícil encontrar un sitio, y muchos hoteles colgaban el hotel de lleno. Es de suponer que los apartamentos turísticos también han hecho una especie de agosto anticipado. Un febrero inusual, con tiempo de primavera, ha hecho que el turismo siga siendo el motor de la economía andaluza.

Mientras, las noticias no paraban de lanzar con cuentagotas un nuevo caso de coronavirus aquí o allí. En La Moncloa, el responsable del seguimiento de la epidemia en España, siempre es asaltado con la misma pregunta: ¿cuándo se van a tomar en España las restricciones que ya se están aplicando en países tan cercanos como Italia? Este mismo sábado, Francia prohibía las concentraciones de más de 5.000 personas y recomendaba a sus ciudadanos no besarse ni darse la mano. Italia suspendía la mitad de los partidos de fútbol, los del norte, y mantenía el cierre en museos y lugares públicos, además de eventos culturales, deportivos y religiosos.

La pregunta, obviamente, no es sólo cuándo llegarán las restricciones a España. Si cómo serán y cómo nos afectarán. Me es muy difícil imaginarme una primavera sin turistas, sin visitantes, sin Semana Santa, sin hoteles llenos, sin bares repletos, sin actividad económica. El monocultivo al que nos hemos dedicado es tan importante que cualquier tipo de restricción que provoque que de la noche a la mañana dejen de llegar los turistas nos destrozará.

Córdoba vive del turismo. Y de más cosas, pero principalmente depende de que la gallina de los huevos de oro los siga poniendo, de que se sigan construyendo hoteles hasta el infinito, de que se transformen casas enteras del casco histórico en apartamentos o de que si pusiera todos sus veladores en línea recta podría cubrir perfectamente la distancia entre la ciudad y la Luna.

No me gusta ser alarmista y entiendo que son medidas necesarias para la salud pública. Pero es un elefante que tenemos ahí dentro de la habitación: que el día en que dejen de venir turistas esta ciudad puede morir de inanición.

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