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El 'prusés' cordobés

Alfonso Alba

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Al teniente de alcalde de Presidencia Emilio Aumente le encantan los golpes de efecto. Es un político experimentado, de los más veteranos en Capitulares, al que además le gusta el debate en los plenos. Y se los prepara. El miércoles, en un debate organizado por la Cadena SER sobre el traslado de la carrera oficial de la Semana Santa tenía preparado su propio golpe de efecto. Justo al final, ya sin réplica por parte del presidente de la Agrupación de Cofradías o el portavoz de IU dijo que lo mismo habría que someter a consulta popular el traslado de la carrera oficial al entorno de la Mezquita Catedral. Y abrió la caja de los truenos.

El reglamento municipal de Participación Ciudadana aprobado por unanimidad por el Pleno sí que prevé una consulta popular. En Córdoba, nunca se ha hecho. En Sevilla y Madrid se estrenaron el año pasado. Los sevillanos votaron tener un día más de Feria de Abril y los madrileños dónde querían determinadas inversiones en sus distritos. Pero los cordobeses nunca hemos votado otra cosa que no sea a los concejales, diputados, parlamentarios o eurodiputados. Bueno, sí: referéndums. Uno, para ratificar el Estatuto de Andalucía, y otros dos más (que servidor no votó) para que España entrara en la OTAN y para aprobar la Constitución (y de paso, sin que se preguntara por ello, la monarquía).

En Estados Unidos o Suiza, países con más cultura democrática que España, se vota cada dos por tres en consultas que sí que son vinculantes. Los suizos, incluso, han votado pagar más impuestos... o limitar el número de mezquitas, por poner ejemplos. Los británicos han decidido largarse de Europa, también en una consulta popular. Los escoceses votaron quedarse en Reino Unido. Y quién sabe qué pasará en Cataluña.

Pero ahora resulta que en Córdoba no se puede votar una decisión tan trascendente (aunque parezca mentira) como es el traslado de la carrera oficial al entorno de la Mezquita. Objetivamente, a mí me gusta esa nueva carrera oficial, aunque de otra manera, sin palcos de pago y cerrados. Y entiendo hasta quien prefiera (ojo, cofrades incluidos) regresar a Las Tendillas.

En Córdoba hay quien tiene miedo a abrir unas urnas que pueden arrojar resultados curiosos. No es lo mismo, lo sabemos, votar a mano alzada en una asamblea de hermandades para decidir de manera unánime el traslado de la carrera oficial que hacerlo en urna cerrada y en secreto (ya hemos visto lo que ha pasado con los avales y las primarias del PSOE). Y tampoco es lo mismo que la decisión la tomen exclusivamente los miembros de la Semana Santa, aunque se haya pactado con el equipo de gobierno legítimamente elegido, a su vez, por los ciudadanos.

Abrir las urnas para esta consulta popular es abrir un melón de difícil digestión y resultado final. Pero, ¿acaso no es un asunto de ciudad del suficiente calibre como para que la gente se pronuncie de manera clara sin necesidad de delegar su opinión en los partidos cada cuatro años? ¿Acaso no habría sido un asunto de ciudad una consulta popular para decidir a dónde se traslada la Feria o, por ejemplo, si nos gustaba o no el Palacio de Congresos de Koolhas?

Hay decisiones que se toman para siempre. La carrera oficial de la Semana Santa siempre se puede cambiar, es cierto. Pero el debate sobre su traslado quedaría definitivamente superado si lograra una abrumadora victoria en las urnas de una consulta popular. ¿O es que las cofradías no lo tienen tan claro?

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