El piolet
Si hay un objeto que fascina y horroriza a la izquierda por igual es el piolet. Con este objeto que usan los alpinistas para escalar montañas, un español, catalán espía de la URSS, mató a Trosky de un piochazo. El revolucionario soviético, íntimo de Lenin, ideólogo de los bolcheviques, creador del Ejército Rojo y enemigo de Stalin murió al día siguiente. El crimen siempre se achacó a Stalin, quien en 1940 ya había liquidado a millones de enemigos del pueblo y matado de hambre a otros cuantos millones en Ucrania.
Desde ese día, el piolet fascina y horroriza. Representa la traición y la purga dentro de una izquierda muy acostumbrada a hacerlo. En España, en Rusia y en todo el mundo. Es un clásico. Los debates, que son muy sanos, se agudizan en el seno de las organizaciones donde suben de tono y se acaba tirando por la calle de en medio: liquidando al adversario, al disidente o al diferente.
El piolet, eso sí, es la manera más bestia de hacerlo: la liquidación física. Pero no la única. En unos tiempos en los que la política se ha convertido en una profesión para muchos el piolet se transforma en una expulsión de los cargos públicos donde se cobra un sueldo. Es una liquidación alimenticia, menos sangrienta pero también dolorosa.
En España, la izquierda ha admirado el piolet. Y le ha horrorizado. Depende de quién lo tenga en la mano, depende de quién sea Ramón Mercader, ese espía de 27 años que se cargó de un piochazo a uno de los grandes revolucionarios del siglo XX.
Pero vivimos tiempos confusos. Podemos tiene cinco años y está apunto de desaparecer. El que fue su materia gris, con la espalda llena de cicatrices de los mil puñales que le han clavado desde que perdió Vistalegre II, acaba de alzar su piolet y de un piochazo político ha dejado fuera de juego a su antiguo amigo Pablo Iglesias. Venganza, estrategia política, ideología o hartazgo. Da igual. El efecto del piolet de Errejón ha sido devastador. Con matices, pero demoledor.
Madrid se debate entre hasta cuatro candidaturas de izquierda: el PSOE, Más Madrid, Podemos e Izquierda Unida. Está por ver si los efectos del piolet llegan a más territorios. Apunta a que sí. El golpe ha sido tan ruidoso que los errejonistas han despertado de un letargo en el que llevan sumidos años. En su momento carecieron de fuerza orgánica aunque defendieron que tenían la de los votos. Ahora van a intentarlo por su cuenta. A probar.
No digan que la política en España no es apasionante. Cada día vivimos en un nuevo momento histórico.
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