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No habrá paz para la 'Velá'

Alfonso Alba

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Lo que está pasando con la Velá de la Fuensanta de Córdoba es un síntoma de algo mucho más grave: el retroceso del movimiento ciudadano en la ciudad. Por eso, edición que se organiza edición en la que se lía. Y parece que irá a peor. No habrá paz para la Velá de la Fuensanta.

Hasta no hace muchos años, era considerada como la segunda feria de Córdoba. Algo que iba más allá de un barrio, que trascendía. Era, incluso, fiesta, y muchos cordobeses acudían a divertirse a una especie de feria reducida, a disfrutar de las famosas campanitas, a ver al caimán, del que se contaban miles de historias, casi ninguna cierta. La fiesta era organizada principalmente por los vecinos con el soporte del Ayuntamiento. Y poco más. La Iglesia abría la ermita, había misa y procesiones. La gente salía, bebía, comía, se divertía y se iba a su casa tan contenta.

Hace años, el movimiento vecinal dio un paso atrás. Siempre eran los mismos los que se encargaban de todo. Llevaban el peso de un diseño por el que no cobraban, recibían unas críticas por las que tampoco cobraban, tenían una responsabilidad por la que tampoco cobraban. Su trabajo, altruista, tenía un límite obvio. Sus pocas manos (al principio eran decenas los ciudadanos que participaban) se cansaron. Y la Velá terminó siendo un juguete en manos de los políticos.

Este que escribe ha visto dando un pregón a Gaspar Zarrías, que ya me dirán lo que tiene que ver con la Fuensanta. Aquel día una protesta de unos trabajadores afeó un pregón del que, se lo voy a reconocer, no recuerdo ni una frase. Luego llegó el PP y se potenció el hecho religioso de un ayuntamiento que no debe estar para organizar procesiones, algo de lo que se ocupa muy bien la Agrupación de Cofradías y el Obispado. Este que escribe estuvo en un juicio contra un joven que participó en una protesta contra la conversión en religiosa de una fiesta que lo pudo ser en su origen (como la Feria) pero que dejó de serlo. A las puertas de la ermita la Policía cargó y un joven acabó en el banquillo de los acusados por atentado contra la autoridad. Fue absuelto.

Ahora, la polémica regresa. Los vecinos ya no organizan una fiesta que ha perdido esa esencia ciudadana y en la que el gran problema es que una procesión salga o no en la programación oficial. O que el cartel refleje a la Virgen por encima del caimán o las campanitas. Y cosas así. Incluso uno ha leído por ahí que qué es eso de una batalla de gallos, que si no están los animalistas condenando esta actividad organizada por el Consejo de la Juventud (desconociendo que eso no deja de ser nada más que un duelo de raperos).

Visto lo visto, cada mes de agosto tendremos la polémica servida. Que si hay mucha o poca procesión, que si hay pregoneros equis o pregoneros y griega. Cuando lo que no hay son vecinos implicados en el diseño de lo que era una fiesta, agradable, divertida y de despedida del verano. O quizás sigue siendo así, pero los árboles no nos dejan ver el bosque.

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