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La luz de Medina Azahara

Alfonso Alba

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Al principio del milenio, con la famosa exposición de los omeyas en Córdoba, con el hermanamiento de Damasco y hasta con la presencia del antaño amigo Bachar Al Assad y hoy enemigo público número uno de Occidente junto a los Reyes de España, el yacimiento arqueológico de Medina Azahara alcanzó el cénit de su popularidad. Después llegó el maravilloso (al menos para mí) centro de interpretación, con un estupendo museo y un lugar en el que los arqueólogos podían investigar cómodamente. Medina Azahara volvía, así, a recuperar su esplendor.

Pero al calor de la crisis y de una gestión mejorable, la ciudad se fue poco a poco olvidando de su gran tesoro. Muchos piensan que también tuvo mucho que ver el 11-S y que poco a poco dejara de estar bien visto reivindicar tanto que el esplendor de esta tierra aconteció precisamente cuando estaba dominada por los musulmanes. Al Andalus empezó a estar mal visto. No suelo comprar teorías de la conspiración, pero en este caso la relación causa efecto parece obvia.

Medina Azahara fue, poco a poco, regresando a su decadencia. Se despidió a la mitad de los trabajadores de su centro de interpretación, se abandonó la investigación, se inició una desastrosa restauración del salón rico que todavía continúa (llevamos casi una década sin poder contemplar la maravillosa reconstrucción del yacimiento), se olvidó promocionar este impagable recurso turístico en ferias de touroperadores, no se trabajó nunca en hacerlo accesible a los turistas, jamás se mejoraron sus accesos, no se completó el trabajo de la oficina conjunta creada por el Ayuntamiento y la Junta para paliar los destructivos efectos de las parcelaciones que ahogaron todo el espacio...

Ahora ha llegado Endesa y ha iluminado el yacimiento. Una joya. No seré yo el que critique la intervención o el que no considere que es un recurso más para fomentar el turismo nocturno, ese en que el visitante se queda a dormir en la ciudad y fomenta que se eleven las pernoctaciones y, supuestamente, la riqueza de Córdoba. Pero tampoco será el que se conforme con unas lucecitas y poco más.

Medina Azahara es una joya. Es un yacimiento único en el mundo, en una ciudad que tiene otro edificio que jamás se podrá encontrar en ninguna ciudad del planeta: una mezquita que a la vez es catedral, y una catedral dentro de una mezquita. Pero hay que empezar por reconocer que se ha hecho muy poco por un yacimiento en el que aún hay que investigar cerca del 90% de lo que aún está sepultado bajo siglos de olvido y que puede arrojar tremendas sorpresas, se han arrasado todos los arrabales islámicos que unían la actual ciudad con Medina Azahara y que nos ofrecían un panorama exacto de cómo era aquella Qurtuba que fue el Nueva York del siglo X.

Medina Azahara sigue siendo, aún hoy, un extraordinario recurso por explotar. Pero para muchos parece que como la propia Mezquita sigue siendo un testigo incómodo de que sí Córdoba fue grande, enorme y admirada durante la dominación islámica. Y eso, en el siglo XXI, parece que da más miedo que otra cosa.

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