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Bares

Alfonso Alba

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Esta semana ha cerrado el bar al que cada mañana iba a tomar café. La obra de la calle Capitulares le ha dado el empujón al abismo definitivo. Su dueño, que era camarero y decidió montarse por su cuenta, llevaba dos meses que no vivía, no dormía, no comía. Un alquiler leonino, que pagaba “religiosamente” a una organización religiosa propietaria del local, valga la redundancia, no le puso fácil las cosas cuando la calle, su escaparate, estuvo en obras.

Esta semana, algunos de los clientes habituales estábamos despistados. Cada español tiene su bar de cabecera, una especie de extensión de su salón. Cuando cierra tu bar es como si te desahuciaran a ti también. O algo parecido.

Esta misma semana, muchos de los hosteleros y comerciantes de la calle Capitulares resoplaban. La obra llegaba a la puerta de sus negocios y les obligaban a cerrar. La empresa empezaba a colocar los nuevos acerados y, lógicamente, era imposible entrar a sus negocios. El bar al que yo siempre iba ya estaba cerrado. Los obreros podían trabajar tranquilamente en su puerta.

Entre 2010 y 2011, el Ayuntamiento hizo una obra muy similar en la calle Cruz Conde. Entonces, ningún negocio estuvo cerrado un día entero a causa de los trabajos. La constructora decidió que para evitarlo lo mejor era contar con una cuadrilla los domingos que se dedicara a trabajar exclusivamente en la puerta de los comercios. Además, la constructora decidió hacer una obra lo menos invasiva posible: fue cortando tramos conforme iba trabajando en ellos. Los acababa y los abría. Así, los peatones circulaban entre lo nuevo y lo viejo, y solo evitaban pasar por lo que estaba en obras.

Para hacerlo, hace falta dinero. Mucho. La nueva ley de contratación obliga a los ayuntamientos a primar por encima de todas las cosas a las empresas que oferten presupuestariamente a la baja. Es decir: si una obra cuesta 100 y ofertas 70 (se eliminan las que se consideran bajas temerarias), te la llevas. Y ya sabemos lo que pasa cuando una obra que cuesta 100 la haces por 70, que a lo mejor no puedes pagar a una cuadrilla en domingo.

El bar al que iba todos los días antes de darme una vuelta por el Ayuntamiento ha cerrado. Su dueño ha pasado probablemente los peores meses de su vida. La calle Capitulares se acabará y se quedará como un magnífico escaparate. El local que ahora se queda libre multiplicará su valor y quién sabe lo mismo por eso a mi amigo Javi no le han perdonado ni un mes del alquiler para dejarle respirar.

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