Blindados
El diario El País publicaba hace unos días un reportaje sobre el ascenso de los nazis griegos. La periodista cuenta que estos fachas atienden dos horas al día a cuantos visitan sus sedes. Allí les ofrecen asesoramiento para buscar empleo, distribuyen comidas para los menesterosos, organizan visitas a asilos de ancianos y fábricas en crisis. Las hermanitas de la caridad y rostro amable que al tiempo golpean y machacan a cuantos “negros y árabes” consideran el origen de la pobreza helena. La crónica augura que de celebrarse ahora elecciones en ese país, los nazis podrían llegar a ser la tercera fuerza política.
Aquí, el Congreso se blinda en un cerco policial que aísla a los representantes de los ciudadanos. Los hombres de azul tienen órdenes de cargar contra quienes traten de salvar el perímetro de seguridad donde los diputados deciden la próxima putada dirigida hacia quienes les votaron para defender supuestamente sus intereses, sus derechos, ahora laminados por la autoridad monetaria. Los de la mayoría absoluta del hemiciclo responden a los ciudadanos que, protestan porque les están pisando el cuello y los despojan de sus casas, que “esa casa es sagrada porque dentro reside la soberanía popular”, a sabiendas de que la Declaración ya es papel mojado como el resto de los preceptos constitucionales, convertidos en una mera enumeración de intenciones, porque los derechos que consagra, los ha diluido la codicia y la usura de los banqueros y empresarios.
Más cerca, el alcalde de Córdoba, José Antonio Nieto, imita a sus compañeros de partido y limita el acceso a los Plenos Municipales, intimidando a quienes asisten a los mismos, con controles y acreditaciones por si hubiera que incoar sanciones o denuncias porque ha decretado suprimir el derecho al pataleo y no deja pasar a quienes despide o recorta derechos y salarios. Les pide silencio o los amenaza si chillan. Los últimos que pretendieron entrar al Ayuntamiento fueron los de la Plataforma Córdoba Aire Limpio, quienes quisieron mostrar una exposición sobre las acciones desarrolladas hace varios años cuando comenzó la oposición a la incineradora de Cosmos-Asland. Convergencia de no pocos colectivos a los que el alcalde debiera de escuchar, ya que le supongo su interés porque la ciudad que preside tenga una atmósfera respirable.
Tampoco el Sr Alcalde ha tenido a bien recibir a un parado que le ha solicitado una entrevista para que lo oiga y medie ante un posible desahucio del que le ha advertido VIMCORSA, empresa municipal de la vivienda. Recuerdo que en la pasada campaña electoral, el entonces candidato, entró a un puñado de casas de vecinos de esta ciudad con su cara más amable, interesándose por la vida cotidiana de los electores a los que cautivó, supongo, con su edulcorada sonrisa, pero a los que una vez en la poltrona, se niega a recibir y les impide el paso a la Casa Capitular, cerrada también a la soberanía popular.
El vicedirector académico del Instituto de Estudios Sociales Avanzados (IESA), Fernando Aguiar, ha pronunciado una conferencia hace unos días en la que sentenció “que el asco moral hacia los políticos va en aumento”. Muy en la línea de este blindaje al que me estoy refiriendo, el profesor aludía también al caso de los nazis griegos, recordando, que , salvando todas las distancias, el partido de Sandokán es algo similar al auge de la extrema derecha en Grecia y en Europa. Partidos populistas con las puertas abiertas a las capas populares, a los que el capital está arrojando a la miseria y desesperación. Formaciones de corte fascista que vociferan en los plenos municipales cosas como que “se debaten mociones que son tonterías que no interesan a nadie”, como dijo el empresario imputado en la malaya connection. Frases y gestos sencillos que llegan a la gente corriente, a la que recibe el “tigre de Malasia”, en una proximidad impostada pero fértil en la cosecha de votos. Mientras, los profesionales del partido se enquistan en sus sedes autistas al clamor de la calle, en esta salvaje época en la que los pobres se tiran por las ventanas, al contrario de lo que ocurría en el crack del 29. Entonces se arrojaban al vacío los accionistas de Wall Street.
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