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El manantial

Redacción Cordópolis

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En 1949, el maestro King Vidor tuvo que lidiar con el guión de una de las refrencias del pensamiento liberal en EEUU, Ayn Rand, en El manantial. El protagonista es Gary Cooper, interpretando a un arquitecto vanguardista en lucha contra el mundo. En la película, se defiende el valor del individuo frente a la masa en la persona de ese arquitecto, que está dispuesto a trabajar gratis, siempre que se le deje hacer la obra que quiera. Su intención es dejar su huella artística para la que solo encuentra incomprensión.

He revisado recientemente esta película y no he podido dejar de acordarme de la difícil relación entre arquitectos-artistas y nuestra ciudad. Del primer debate de este estilo que me acuerdo, es del protagonizado por Santiago Calatrava respecto a su Puente de Miraflores. Más allá del conflicto institucional que se originó entre la Junta de Andalucía y el Ayuntamiento por ser los competentes en definir el modelo de puente a realizar, se puso en cuestión el proyecto de ciudad y la relación entre el patrimonio y el progreso. Desde el ayuntamiento, se había realizado un concurso de ideas y se eligió un puente del equipo de Fernández Ordóñez, que modificara poco la fachada sur del Casco, mientras que otras voces se decantaban por la obra del prestigioso arquitecto Calatrava. El debate derivó hacia modernidad o inmovilismo. Finalmente, tras un manipulado debate, el puente no se realizó, en Córdoba y se reutilizó en otra ciudad, y se tardó más de una década en poder realizar el proyecto original, aunque con algunas variaciones, entre ellas, ese tono oxidado que tanto ha dado que hablar, puesto que hace visible lo que se pretendía que no lo fuera.

Sin lugar a dudas, tras los “escándalos” surgidos, por ejemplo, con la reforma de la avenida del gran Capitán, obra de Juan Serrano, fue la época del tahur del Mississipi, Mellado, la que nos trajo páginas y páginas de anteproyectos de firmas ilustres. Para el Palacio del Sur se optó por un concurso de ideas donde participaron Zaha Hadid, Moneo, Antonio Cruz, Toyo Ito y el inolvidable Rem Koolhas. Cualquier proyecto hubiera sido un éxito, en especial, si me permiten, el de Zaha Hadid. Pero la decisión de otorgar el concurso a Koolhas, que suponía modificar la parcela, conseguir financiación privada extra y dilatar su construcción, ha acabado, como saben, con 10 millones de euros gastados en un proyecto y en trabajos complementarios. Para sustituir el proyecto, Mr Chance Nieto ha elegido a una de las mejores firmas cordobesas actuales, Rafael de la Hoz hijo, pero la obligación de partir del Pabellón Cajasur, y las dificultades económicas, limitan mucho sus posibilidades.

No fue el único proyecto de esa época, a Toyo Ito, el último premio Pritzker, se le dio otra oportunidad con las “cúpulas” de la calle Jesús María, que también acabó en solo una maqueta. Paralelamente, se encargó un costoso proyecto de recinto ferial, financiado por la Junta de Andalucía, a Manuel González Fustegueras, al que también se le encargó la ordenación de toda la zona de Levante, que ha quedado paralizado. Últimamente, nos hemos atrevido con otro concurso de ideas para la zona del Puente Romano, resuelto a favor de Juan Cuenca, lo mismo que se había hecho, años antes con la Plaza de la Corredera, donde su “interpretación” del Puente Romano como puente-salón, generó una de las últimas polémicas.

No se olvide que, en nuestra ciudad, se llegó a crear todo un frente ciudadano contra “la Casa de Cristal” del arquitecto municipal Rafael Pérez de Siles, llegándose a dos sentencias que obligaron a adaptar su fisonomía a un estilo menos arriesgado. Paradójicamente, ahora, un compañero suyo, Rafael Castejón, ha recibido todos los elogios por su actuación sobre la casa Mudéjar, sumándose a Sobejano y Nieto en su alabada intervención en Medina Azahara y su innovador C-4. Por el contrario, el intento de hacer el Ojo del califa, contó con un final amargo, y su creador, Ferrater, huyó de una ciudad a la que consideraba que actuaba de forma irracional. También en este caso, la solución alternativa ha resultado fallida, de nuevo con una apuesta por el óxido y la oscuridad que nadie entiende. Sombras y luces de una ciudad que se revuelve entre el “clasicismo” y lo “contemporáneo”.

Gary Cooper, aparecía en el final de le película encima de uno de sus edificios en construcción, mientras esperaba la visita de su mujer (Patricia Neal), con los brazos en jarras y la camisa arremangada, en la cima del mundo. Ahora que estamos disfrutando de la arquitectura tradicional del patio cordobés, temo que el vecindario se refugie en lo cordobita y que abandonemos la posibilidad de que Córdoba cuente con edificios que representen nuestra época y que actúen como emblemas ante otras ciudades. Es de desear que algún arquitecto actual pueda también subirse a lo alto de su edificio y que lo admiremos como constructor de una nueva ciudad.

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