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Historias de Madrid en Córdoba

Redacción Cordópolis

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El reciente fallecimiento de Tony Leblanc ha hecho que recuerde una de sus primeras películas, titulada Historias de Madrid, que relataba la lucha de una corrala madrileña por resistir el intento de su propietario de declararla en ruinas, para construir en su lugar un bloque de doce pisos. Dirigida por Ramón Comas, es una de esas comedias amables de los años cincuenta que transformaba los problemas de subsistencia del vecindario en una verbena permanente, hasta el punto que, incluso, el especulador cae simpático. Las condiciones de vida de la corrala son extremas y necesitada de ayudas para su rehabilitación, pero sus moradores parecen obviar la realidad entre amoríos, rezos y bailes. Algo parecido sucedía en Córdoba por aquellos años.

En nuestra ciudad, por suerte, el PGOU de 1986 paró el proceso de devaluación de nuestro casco histórico, uno de los más extensos de Europa, y paralizó las operaciones especulativas que sobre él acechaban. Como siempre, hubo voces que alegaban que con ello se condenaba la ciudad al subdesarrollo, puesto que se asociaba el avance económico a las amplias avenidas despersonalizadas y el triunfo del automóvil. La declaración del Casco como Patrimonio Histórico de la Humanidad en 1994, con el buen trabajo de preparación de la candidatura del profesor Pedro Roso, demostraba que la opción elegida era la adecuada, aunque existan sombras, lógicas por otra parte, en su gestión.

El Plan especial del Casco, que debía regular el modelo de ciudad histórica que queríamos, se retrasó en demasía, y no fue hasta el año 2001-2003 que no contamos con el deseado trabajo del equipo dirigido por Francisco Daroca. Lamentablemente, el modelo equilibrado entre el respeto a la historia y la necesidad de definir un casco para el siglo XXI que aprobó el ayuntamiento, fue cercenado por los fundamentalistas de la conservación extrema de la Junta de Andalucía, limitando las posibilidades del documento. El Casco es un lugar para la recreación histórica y de fuerte valor turístico, pero tiene que ser algo más que un decorado de cartón piedra: un lugar para la vida ciudadana.

Durante años, el ayuntamiento, con apoyo de otras administraciones, ha desarrollado una constante inversión en el Casco que ha evitado que se nos caiga, a la vez que se ha recuperado para la vida actual sin perder su sello. Junto a inversiones emblemáticas  como la plaza del Potro, la Corredera, la manzana de Orive, el Urban Sur Ribera o la plaza de Tierra Andaluza, se ha actuado de forma eficaz en la rehabilitación de viviendas y la recuperación de espacios y monumentos públicos, con el apoyo de las subvenciones de Vimcorsa y actuaciones, conjuntas o por separado, del ayuntamiento y de la Junta. Ha sido un trabajo que ha sido dirigido políticamente por representantes de las tres fuerzas políticas, constituyendose, por tanto, en un proyecto de ciudad no cuestionado.

Lamentablemente, la crisis de las administraciones públicas ha limitado las posibilidades de las actuaciones que se pensaban desarrollar en la zona de la Axerquía Norte, la zona más alejada de la presión turística, pero que quizá representa la Córdoba más auténtica. El ambicioso plan ha ralentizado sus actuaciones de rehabilitacíón, no ha conseguido dotar de equipamientos nuevos la zona y ha chocado con la dificultad de recuperar su vida económica. Tanto la Junta como el ayuntamiento, deben planificar de nuevo las actuaciones pendientes y no condenar el plan de rehabilitación integral, consensuado con el vecindario, con la labor encomiable de Enrique Carmona,  al olvido. Los presupuestos en fase de aprobación, tanto municipal como autonómico, no permiten esperar un nuevo impulso.

Ahora que parece que la Fiesta de los Patios puede recibir en breve la consideración de Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, corremos el riesgo de convertirnos en personajes de nuestra peculiar corrala y creer que ya no hace falta que sigamos rehabilitando la zona, sino, solo, sentarnos a esperar el maná del turismo. Podemos caer en el folclorismo añejo, de faralaes y traje corto. De hecho, la dimensión que ya está alcanzando la Fiesta está empezando a amenazar al Casco, con el beneplácito de aquellos que solo buscan el beneficio a corto plazo. Lo malo es que del ayuntamiento pepero solo recibimos señales de pasividad y falta de ideas.

Igualmente, la presión que los empresarios de la construcción ejercen para que se les facilite actuar en el Casco, ante la paralización de la nueva construcción, puede llevarnos a olvidar los límites que las actuaciones de rehabilitación o sustitución de edificios deben asumir. Otra cosa es que haya que promocionar la modernización respetuosa de las casas del Casco. Para ello, contamos ya con la ordenanza de inspección técnica de edificios, en fase de alegaciones, que debe convertirse en un instrumento válido para evitar que la especulación, como les sucede a los convecinos de la corrala madrileña de Historias de Madrid, aliente las declaraciones de ruinas. Eso sí, solo será verdaderamente útil, si paralelamente se facilitan las ayudas necesarias para adecuar las viviendas a los requisitos de seguridad y estabilidad necesarios. Luego, una vez asegurados nuestros barrios históricos, podemos, como hacía Tony Leblanc con Licia Calderón, irnos a la verbena, seguros de que a la vuelta encontraremos nuestras viviendas en condiciones de ser habitadas.

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