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Eva al desnudo

Redacción Cordópolis

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Cuando leí el titular en Cordópolis “Nunca he tenido ambiciones políticas”, “Nunca he tenido ambiciones políticas”,puesto en boca de la faraona Aguilar, rápidamente pensé en la obra de Mankiewicz, “Eva al desnudo”. La película retrata el ascenso de una joven actriz, Eve (Anne Baxter), al estrellato, usando todas las artimañas posibles, pasando por encima de sus mentores (entre los que destaca Bette Davis, en el papel de Margo, una actriz madura), y mostrándose como una hipócrita vital. No obstante, George Sanders, en el papel de crítico teatral, le descubre cuando le revela que conoce su pasado, pero que no se preocupe, que ambos son dos cazadores que se merecen uno al otro aunque no se amen.

Y es que la trayectoria de la faraona Aguilar es una radiografía del profesional de la política y de la anteposición de la ambición personal al proyecto colectivo. No dudo que, en sus primeros tiempos, fuera leal a su militancia en el Partido Comunista, pero, sobre todo, desde su entrada como concejal (1987 a 1990), planificó toda una estrategia que le debía llevar al éxito político. En aquella época, sembró su influencia interna en una naciente IUCA, a base de su habilidad para incrementar la plantilla de Sadeco, o de permitir la proliferación de parcelaciones en la periferia, sectores ambos que se convirtieron en fundamentales en el PCE.

Su gran habilidad fue mostrarse como el delfín del gurú Julio Anguita, con el que, según sus propias palabras, ha acabado sin hablarse. Primero, le sustituyó en el Parlamento andaluz, y, posteriormente, le acompañó como diputada en el Congreso por Córdoba, beneficiándose del tirón popular de Anguita y de la gestión del gobierno municipal del cinefilo Trigo. En esa etapa en Madrid, supo granjearse su propio protagonismo, usando para ello la defensa de los derechos de la mujer y su papel como portavoz de IU en el Congreso. En esa etapa, conectó con sectores mediáticos y con el propio PSOE, empezando a distanciarse de una IUCA que vívía malos tiempos electorales.

Cuando Trigo dejó la alcadía, evitó que el machadiano Manuel Pérez pudiera ser candidato, convencida de que ese iba a ser su destino, para lo que necesitaba un alcalde debilitado o de otro partido. Hasta 1999, cuando, tras una importante derrota electoral, consigue ser nombrada alcaldesa con los votos del PSOE, con un solo concejal de diferencia. Escarmentada de lo sucedido, decide pasar de la organización política que le dio su apoyo, PCE-IUCA, y se dedica a una alcaldía personalista, basada en un populismo sin límites ideológicos. Se convierte en “Rosa” para todos, especialmente, para un importante número de mujeres cordobesas, para los sectores culturalmente más reaccionarios y para los poderes fácticos de la ciudad.

Su ambivalente carácter, sonriente de cara al exterior e insoportable para los que dependen de ella, le da buenos resultados, aunque, provoque que la izquierda cordobesa pierda su hegemonía social. Su forma de gobierno se basa en no afrontar los problemas sino en crear comisiones estériles bajo la cantinela de la participación de “todos y todas”; alejarse de los postulados ideológicos de IUCA, liderando el cordobesismo más rancio; y mantener un perfil filosocialista que impidiera crecer al PSOE en la ciudad.

Creó el rosismo, al que se apuntaron otros ambiciosos, de definición ideológica indeterminada, que protagonizaron los últimos años del gobierno de izquierda. Conocedora de que se acababa el tiempo de IUCA en el ayuntamiento de Córdoba, saltó, sin ningún pudor, a la Consejería de Obras Públicas  y Vivienda de la Junta de Andalucía y, posteriormente, al Ministerio de Agricultura, en una época en que el PSOE entra en barrena. Que mantenga una supuesta independencia en el PSOE, solo busca no dar imagen de transfuguismo político, que, no obstante, es indiscutible. Apoyar al candidato socialista, “el Padrino Durán”, contra su sucesor en la alcaldía y “amigo”, el profe Ocaña, acabó por demostrar su falta de escrúpulos con tal de llegar a lo máximo, recibiendo el premio de encabezar la candidatura al Parlamento, sustituyendo a su gran rival personal y político, la sabia Carmen Calvo, al igual que Eve (Anne Baxter) sucedió y destrozó la carrera artística de Margo (Bette Davis).

En la entrevista citada al principio, vende un perfil social y se ha investido de una pose de exalcaldesa que solo busca no asumir ninguna responsabilidad en su gestión y en su salida de la alcaldía. Respeta al socio Gómez, vaya que se enfade y largue de las Naves, y dice respetar a IUCA, sin pedir disculpas por el daño causado. Mantiene su discurso de guiños al sector femenino y cordobita, y casi nos pone a llorar cuando dice que echa de menos “a la gente”. Dice que lo importante son las personas, aunque mejor debió decir, su persona. Si pudiera le aconsejaría que mirara si a la puerta de su despacho le espera una joven “admiradora” (quizá Elena Cortés), como al final de la película una joven actriz espera a Eve, como Eve esperaba a Margo, porque seguro que será su relevo aunque “nunca haya tenido ambiciones políticas”.

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