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Fulleros que se hacen los longuis y se van de bureo (no apto para modernos)

Sebastián De la Obra

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Nuestra decadente clase política lleva demasiado tiempo dedicándose a sus fullerías (las propias y ajenas) sin atender a un país que comienza a dar boqueás (¡ay!, han leído El Quijote al revés).

Muchos en nuestra judicatura se hacen los longuis, simulando estar distraídos con otros asuntos más importantes (para ellos) mientras parte del país está echando los kiries.

La flamante Defensora del Pueblo, en Madrid, se da una pataita, es decir una pincelada del baile que más le gusta, el del poder.

Hablando de poderes, el financiero, el más chungo, tan agasajado durante décadas por el poder político (el decadente) no hace más que meter la bacalá, una especialidad de la casa: nos engaña, nos tima, nos estafa... en suma nos da gato por liebre y encima, por su buen hacer, espera la propina.

Otros desde púlpitos (también mediáticos) actúan como los chupatorcías, aquellos beatos con aspecto y maneras de santurrones que tanto reprimieron a los chaveas de mi generación invocando a San Gilando, el más imaginario y papanata de todos los santos.

Hacer compás se ha convertido en la especialidad del poder mediático, un día por bulerías, otro por soleares, marcando con palmas o con los nudillos el ritmo que más le gusta, llegando a veces a trastocarlo.

Una parte de nuestro pueblo, arrengao de trabajar, sufre las mataúras (¡menuda huella dejan!) que los ajustes están provocando. Otros, sin embargo, le está echando perendengues al asunto mientras los guripas se dedican a propinar mascás en pleno rostro de la protesta, aplicando las órdenes recibidas. Varios pretenden coger una trocha (un atajo) para dar espectacularidad a sus justas demandas (y, a veces, lo que consiguen es entretener a los que marcan el compás...)

Los más ricos (incluidos los ricos progres) se constituyen en SICAV (Sociedades de Inversión de Capital Variable) para tributar sólo al 1%... y, mientras sus inversiones dan rendimiento en este refugio intocable, ellos se van de bureo.

En medio un nutrido grupo de acarajotaos que andan como burro de noria, dando vueltas, de acá para allá, sin rumbo definido.

Nota: Estas palabras las habría expresado el más cabal de los hombres que conocí, mi abuelo. Ahora me tomaré con mi hijo pequeño unas jallullas y unos ochíos, junto a una copita de aguardiente en su recuerdo para matar el gusanillo de estar tanto tiempo a la intemperie.

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