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Falso optimismo de cierta modernidad

Sebastián De la Obra

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Cierto tipo de modernos se caracterizan por carecer de la imprescindible valentía. Se parapetan entre los restantes miembros de la tribu cuando se ven solos. Los hay ingeniosos y los hay aburridos hasta la condena. A casi todos les encanta lo último (de lo último). Algunos de ellos exhiben su superior entendimiento sobre lo que denominan conservadurismo (que es todo lo demás). Seguidores del liberal Popper (aun sin conocerlo), participan del criterio excluyente del conocimiento: la economía para los expertos, la política para los políticos, la información para los periodistas y el voto... ¡para todos! Durante siglos, este tipo de modernos, se han reunido para reírse a carcajadas de lo que no les gusta. Muchos de ellos piensan que solo los culpables de algo se oponen a su lógica de la modernidad y el progreso. Son amantes (simples) de la tecnología y de sus continuas promesas. Lo antiguo lo consideran irremediablemente viejo y, por lo tanto, caduco. Promocionan la ignorancia ilustrada (verdadero paradigma de cierta modernidad). Dicen admirar el conocimiento mientras no les provoque dolor de cabeza. Suelen ejercer la compasión en su versión mas ligera y efímera (pues también provoca dolor de cabeza). Acompañan mientras el acompañado es útil o entretiene. Confunden un erial con un hermoso desierto y lo denominan diseño. A la coherencia la denominan pesadez y a los coherentes... repetidos. A muchos les encanta el uso de acrónimos y las expresiones en inglés... aunque muy pocos saben lo que el PNR lleva consigo. Denuncian el despilfarro de lo público hasta que el despilfarro recae sobre alguno de los suyos (entonces lo llaman progreso). Ahora muchos de ellos se lamentan (en los garitos de moda) del deterioro al que han llegado algunos de sus grandes símbolos (parapetos): un diario que se confundió con un país, una cadena que monopolizó su sacrosanto vocablo de modernidad, un editor, supuestamente comprometido, convertido en vocero del despido mas liberal (ahora se sabe que tiene una “prima” de varios millones de euros...). Expertos detentadores de cierto espíritu crítico hasta que se les pide una firma que los puede comprometer (entonces vuelven a su origen y sospechan y... no firman). De vez en cuando realizan elogios de la ordinariez propia, a la que nombran como provocación. Suelen celebrar ajustes de cuentas, lo que les lleva a confundir justicia y venganza. Siempre han tenido muy desarrollado el sentido del olfato (huelen dónde está el poder o dónde va a estar). Admiran a los valientes (ma non troppo), hasta que estos se convierten en un peligro que los puede contaminar (entonces los abandonan). Amantes del uso de indicadores estadísticos, acaban de descubrir que la renta per cápita no se debe confundir con la distribución de riqueza. Lo que es peor acaban, igualmente, de descubrir que ya no son necesarios... Muchos de ellos alcanzan la misma altura (o bajura) moral que los que ellos creen sus oponentes.

Nota: El PNR (Passanger Name Record) identifica una serie de indicadores utilizados en los Estados Unidos para controlar a los pasajeros forasteros. Se solicita saber: nombre, correo electrónico, numero de tarjetas de crédito, viajes anteriores, reservas de hotel, preferencias alimentarias, discapacidad que se padece... así hasta sesenta campos a rellenar.

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