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El barco ha echado anclas (Babel como bendición y no como condena)

Sebastián De la Obra

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Relatan algunas crónicas que, en tiempos recientes, se vio un barco cruzar por Lora de Río. Comentan que era al atardecer cuando divisaron tres grandes mástiles. Podría ser una carabela o un bajel. Aseguran que la proa estaba redondeada y la popa plana (cuanto aprenden, de golpe, los lugareños). Se desconoce con exactitud su procedencia, aunque algunos afirman que viene de vuelta de descargar especias en la Compañía de Indias de Sevilla. En la quilla del barco se puede observar aun restos muy aromáticos. La travesía del barco lo lleva a Palma del Río. La cronista de la ciudad difundió una nota, en Facebook, en la que describe el barco como un junco y relata la exótica procedencia del lejano Mar de la China (o Mar del Japón, para que nadie se ofenda). Escribe que estos barcos transportaban normalmente especias y excepcionalmente se dedicaban a la piratería (¿o era al revés?). Lo cierto es que si uno ve un junco navegar no se le olvidará nunca: cuando sus velas se cruzan parece una mariposa a punto de alzar el vuelo.

El extraño barco se ha parado entre Posadas y Almodovar del Río. Los más curiosos de ambas poblaciones se acercan. Murmuran. Primero miran el barco, después a la tripulación y... la imaginación vuela: no cabe duda, ¡son piratas! Una joven de Posadas, estudiante de filología inglesa, dice que son filibusteros; extiende su explicación hasta la raíz etimológica: viene de free booter, literalmente libres merodeadores. Un viejo profesor jubilado, de Almodovar, le corrige: ¡viene del francés filibustier! Un emigrante retornado de Holanda afirma que hay una palabra holandesa que se corresponde mejor: vrijbutier (los que se hacen libremente con el botín). Se arma la bulla y las palabras explotan... Varios niños comienzan a deletrear: b-u-c-a-n-e-r-o-s, c-o-r-s-a-r-i-o-s, f-o-r-b-a-n-t-e-s...

¡Huele a romero!, comenta una mujer que sujeta a un pillastre que se acaba de caer de boca. ¿Me da un poco? El romero, se sabe, es un excelente cicatrizante de las heridas leves. Un hombre triste identifica un saco de laurel sobre la quilla (la infusión de laurel la usaban los antiguos griegos para combatir la melancolía). La misma melancolía que produce la marcha del barco en dirección a Córdoba. En la capital lo esperan jóvenes y mayores. También algunos representantes de las diversas autoridades (lo extraño suele producir cierta desconfianza). Varios de los más afamados cocineros están esperando con una larga lista de necesidades: cardamomo de la India, clavo de Egipto, picante estragón, canela de Ceilán... Una ristra de ancianos se ha sentado en primera fila de la ribera, junto al puente romano. Dicen que este barco, su cargamento y la tripulación, no hace mucho que apareció en este lugar (en estas páginas), aunque no son capaces de ponerle fecha concreta. Ellos mantienen intacta (y silenciada) su memoria y su olfato. Se les suelta la lengua y comienzan a competir para ver quién se sabe mas nombres de especias: sándalo, jengibre, galanjal, cilantro, ambrosía, ruda de Túnez, pimienta roja, comino negro de Turquía, goma arábiga, ajonjolí, eneldo, cayena, azafrán... La tripulación del bajel decide desembarcar y ante la sorpresa general comienzan a cantar cada una de las especias en inglés, español, cebuano, maorí, quechua, hebreo, japonés y euskera. Y todo el mundo enmudeció. ¿Son piratas que cantan?, ¿un coro de piratas? Lo cierto y real es que este bajel atesora una memoria musical que adquiere carta de naturaleza en la diversidad. La tripulación ha decidido quedarse un tiempo en esta ciudad de memoria perdida y dormida. La población tampoco quiere que el barco zarpe. Han descubierto que Babel puede dejar de ser una condena y convertirse en una bendición.

Nota: el Coro Averroes acaba de editar su primer disco compacto. Suena muy bien. Es un verdadero antídoto contra la intolerancia (y contra la ignorancia). Este heterogéneo Coro es un refugio. También para mí.

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