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Bagatelas y líneas de fuga

Sebastián De la Obra

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Para definir algo que carece de valor o que tiene poca importancia solemos utilizar una expresión: bagatela. Vender bagatelas es un ejercicio muy próximo a vender humo. Acabo de escuchar en la radio que se busca en París al responsable de disparar en pleno día, en la sede del diario Libération y frente a una entidad bancaria en la zona de La Défense. La descripción dada es de un varón blanco de “aspecto europeo”. ¿Qué dirá Marine Le Pen de semejante descripción? Cualquier francés blanco puede ser objeto de sospecha. A casi todos los franceses blancos les gustaría tener “aspecto europeo”. Además no llevaba barba extraña (sic), ni pañuelos anudados ni es extremadamente delgado (carecemos de datos respecto si su mirada era turbia). Realmente esa descripción es una bagatela. Sin embargo llevamos decenas de años realizando ese tipo de consideraciones para los franceses, italianos, españoles, holandeses y alemanes que no tienen “aspecto europeo”. Hemos descubierto que cualquiera que tenga aspecto europeo puede ser sospechoso de los atentados de París. Una verdadera línea de fuga.

La línea a la que convergen todas las rectas de un plano inclinado recibe el nombre de línea de fuga. Ayudan a crear la ilusión de profundidad en un plano y convergen en un punto (punto de fuga). Se suele utilizar para realizar proyecciones en Geometría. A veces se trata de un punto imaginario al cual parecen converger más líneas... El sabio Spinoza construyó su pensamiento intentando soportar una vida humana ética sobre la razón y la extensión. Sobre líneas, planos y espacios. Sobre la geometría. De ahí el título: Ethica more geométrico demonstrata (La Ética demostrada según el orden geométrico). El filósofo francés Gilles Deleuze (una de las figuras más sugerentes del pensamiento del siglo XX) adoptó y se apropió de esta construcción cartográfica de Spinoza. Para Deleuze una línea de fuga es una oportunidad para escapar de una captura. El horizonte al que tiende una línea de fuga nos permite ir hacia un nuevo territorio que no se ve; que posiblemente caiga al vacío (y nos frustre) pero que nos facilita (empujados por el deseo) romper el espacio de dominación y precariedad en el que vivimos (líneas duras denomina Deleuze a este espacio de dominio y explotación). Las líneas de fuga son puro devenir que facilitan la resistencia. Siempre hay grietas en las que el mercado no llega a ejercer su dominio pleno. Siempre hay espacios en los que hacer estallar los grandes códigos binarios a los que han reducido la vida social y personal. Las líneas de fuga nos permiten crear nuevos códigos, nuevas gramáticas; nos permiten explorar nuevos territorios. Un gesto, una batalla, una imagen, una acción se pueden convertir en líneas de fuga. Deleuze atribuye a los artistas y creadores la capacidad de establecer líneas de fuga: las líneas de fuga de Van Gogh estaban en su pintura; en Kafka las encontramos en su escritura convertida en máquina de amor y de denuncia; en Gauguin se encontraba en su idealizada Tahití.

En la ciudad que habito (como forastero) se están diseñando y dibujando varias líneas de fuga que me llaman la atención (y me gustan): el Banco de Tiempo creado por un grupo de personas y fundamentado en el intercambio de tiempos. En el antiguo Polígono de Chinales se ha creado (por los propios artistas) un espacio cultural denominado El Arsenal. En el barrio de la Fuensanta, sobre un solar abandonado, se mantiene un Huerto Social y Ecológico, una pequeña y gran experiencia ajena a los circuitos políticos y mercantiles. Durante dos años las plazas de la ciudad fueron ocupadas por la plataforma cultural Emplazarte, sin permisos, sin servidumbres, sin autorizaciones (hasta que el propio poder político mostró su interés y entonces habrá que dibujar otra línea...). Son gestos que auguran nuevas formas de comportarse, de resistir, de crear. Las líneas de fuga se despliegan en el mundo sin pedir permiso. Yo mismo estoy dibujando sobre mi cartografía (poblada de afectos, rupturas y topologías vitales) nuevas líneas de fuga invisibles. Ahora quiero celebrar la vida (no es otra cosa el deseo). Para Deleuze una línea de fuga es una estética de resistencia que condensa un modo de existir y un tramo de existencia. En eso estoy. Ahora mi línea de fuga es adelantar el reloj.

Nota: en la librería El Laberinto de Córdoba se encuentra instalada una “Maquina de desear”. Sus autores forman parte de la Factoría Hombre Río y le han puesto como subtítulo, Bagatela Mecánica. Nada que ver (para mí) con las bagatelas nombradas al inicio de estas palabras. Nada que ver con la impúdica ignorancia de quienes nos organizan la vida. Un curioso mecanismo hace que “una boca hambrienta intente acoplarse a un pezón dador de leche”. Es el deseo. Mi hijo cada vez que va, se queda observando para comprobar si al fin lo alcanza.

"Lo que define a las máquinas deseantes es su poder de conexión hasta el infinito"(El Antiedipo. Gilles Deleuze, Felix Guattari)

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