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Apariencia y atuendo: notas sobre la caprichosa demagogia

Sebastián De la Obra

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El pasado mes de octubre la joven periodista turca, Gözde Kansu fue despedida de la cadena televisiva turca, ATV. El despido se produjo horas después de las declaraciones efectuadas por el portavoz del partido gobernante en Turquía, AKP (Partido Justicia y Desarrollo). La periodista presentaba un programa concurso y en su última aparición lucía un escote que provocó, -el escote-, las declaraciones del citado portavoz gubernamental, Hüseyn Çelik. Sus palabras fueron: no nos metemos en la vida de nadie, pero esto es demasiado. Es inaceptable.

Hace unos días se produjo la feliz liberación de un grupo de cuatro franceses que llevaban más de tres años secuestrados en Niger. Las televisiones mostraron los rostros serios y agotados de los rehenes, muy delgados y con barbas pobladas. Marine Le Pen, presidenta del partido de extrema derecha Frente Nacional, declaró que

se había sentido incómoda al ver esas imágenes (...), tenía la impresión de estar viendo hombres muy reservados, con esos pañuelos en el cuello y dos de ellos con barba (...); creo que no he sido la única en sentir esta sensación (...); no voy a hacer conjeturas. ¡Menos mal que no iba a hacer conjeturas! Los rehenes Pierre Legrand, Thierry Dol, Daniel Larribe y Marc Féret salían de un cautiverio de treinta y siete meses.

El pasado sábado, por vez primera en la república turca, cuatro diputadas del partido gobernante asistieron al parlamento cubiertas con un hiyab (pañuelo). Gönul Bekin, Gülay Samanci, Nurcan Dalbudak y Sevde Beyazit, sonreían y se mostraban felices de ejercer la libertad de llevar ese atuendo. El primer ministro de Turquía había declarado que prohibir el velo viola la libertad de pensamiento.

La extremista dirigente francesa lanzaba la sospecha sobre los rehenes liberados. Fundamentaba sus maliciosos comentarios sobre el atuendo y la imagen que tenían. Se hacía portavoz de una parte de la ciudadanía que se niega a aceptar una realidad múltiple y diversa que se pasea desde hace mucho tiempo por el solar francés. Ella sabe que barba poblada, pañuelo, delgadez y rostro serio, conforman una imagen estereotipada del islamista peligroso. Y deja caer la sospecha medieval. Debería pasearse (sin prejuicios) por las calles de París y reconocer que para parecer francés no hace falta estar afeitado, llevar corbata y sonreír (esta última característica es una aportación propia).

El censor y portavoz del partido gobernante de Turquía tendría que ver menos la televisión y un poco más las increíbles y hermosas miniaturas turcas (herederas de las persas y éstas de las hindúes) que muestran, desde hace siglos, el cuerpo de la mujer con menos represión que la que su enferma mirada contiene. Sus declaraciones sobre el atuendo de la periodista disparan la sospecha sobre la moralidad de esta profesional.

Las cuatro diputadas, del partido gobernante en Turquía, han ejercido el derecho de ir con el atuendo que consideran idóneo. Son personas adultas y libres para ir con el atuendo que decidan. Son (y deben ser) libres. No son mejores musulmanas que la periodista que llevaba un escote. Conquistada la libertad de ir como mejor les parezca, me permito sugerirles que adopten la iniciativa parlamentaria de reivindicar que otra mujer, la periodista, sea restituida en su puesto de trabajo y pueda llevar el atuendo que ella quiera llevar.

Nota:

No deberíamos formarnos una opinión sólo por el atuendo, sólo por la imagen... Al menos podríamos palpar (con delicadeza) la piel. La piel nos suministra mucha información sobre la persona que tenemos enfrente. Podríamos auscultar los ruidos del otro cuerpo. Nuestro organismo emite pequeños ruidos provenientes de diversos órganos que nos facilitan el conocimiento de quienes tenemos enfrente. Podríamos dar pequeños golpecitos, como los médicos; percutir el cuerpo ajeno nos permite conocer el tono (las vibraciones que se producen por segundo), determinar el sonido, si es grave o agudo e identificar el timbre, es decir la procedencia del sonido. Estos ejercicios si que serían una buena forma de conocer y no el atuendo. Así la imagen no reemplazaría al conocimiento... y de paso cerramos el paso a la demagogia de unos y otros.

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