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Róndame flamenco

Marian Castro

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En penumbra y comienza a sonar unos acordes de guitarra española conocidos. Dos golpes secos de palmas acompañando el rasgueo. Una melodía conocida para comenzar a bailar por Rondeñas en el escenario del Teatro Hipódromo Condesa. Es la presentación del final de curso de la Academia de Mercedes Amaya, les suena, sí, la sobrina-nieta de la gran y única Carmen Amaya, lugar donde tomo mis clases de flamenco en México para, en parte, sentir ese pellizquito de mi tierra que tanto añoro estando En Tierra Extraña. Comienzo a avanzar en el escenario con el recuerdo de aquellos tiempo de niñez en la que al igual que hoy, me presentaba en el Gran Teatro de Córdoba con la academia de Ana Rodríguez y antes con Mariví. Hay tablas, hay sentir por la bata de lunares, las palmas y los tacones de clavos de Begoña Cervera. 

Es curioso como un momento así nos invade, extrapola al borde del éxtasis. Sentí en cada zarandeo de volantes que esos zapateos se escuchan nítidos en el Campo de la Verdad, no sólo en México. Es bonito escuchar unas sevillanas y dejar la piel -y los pies- e

n el escenario bailando como si estuviéramos en el albero del Arenal. Aquí esa pasión por el flamenco se contagia y en mi academia somos casi cincuenta amantes de este arte, aunque cada uno lo vive y lo siente como puede o quiere. No estamos más que un par de españolas y de hecho soy la única andaluza, pero que el flamenco es universal y un Patrimonio de la Humanidad, ya lo sabemos, por obra y gracia de grandes como Paco de Lucía o Camarón. No hay fronteras para el sentir del compás de palmas y zapateo... en México, en Japón... o donde sea. Eso sí, el salero no todo el mundo lo lleva dentro, pero sí que hacen su mejor esfuerzo.

¡Ole el flamenco y los flamencos por el mundo! Apenas 24 horas antes de que estas luces del escenario me deslumbraran, en otra reunión, un puñado de españoles entre los que nos descubrimos varios andaluces y una guitarra con ganas de fiesta. El resto es la antología de una noche de disfrutar, tomar vino, de compartir letras y baile, de sentir que el mes de abril también es posible revivirlo en pleno diciembre.

¡Flamencos, va por ustedes esta llamada por bulerías! 

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