Diario de una Madre en Clase de Pilates
Hoy es mi primer día de clase, por fin me he decidido a hacer algo de ejercicio y a ponerme en forma. Hace casi dos meses que nació Jorge y creo que ya me veo suficientemente organizada como para sacar dos horas a la semana para mí …¡¡ya va siendo hora de recuperar figura y eliminar lorzas!!
Llego temprano, la clase empieza a las once y he pensado que le voy a ir dando el pecho para que así, cuando empecemos, ya esté terminado de comer y acto seguido, dormido plácidamente. Pues manos a la obra.
Dan las once y comienzan a salir las embarazadas de su clase, a continuación entramos nosotras, que por cierto, lo tenemos todo invadido de carritos, ¡¡¡madre qué despliegue!!!
Jorge está remolón hoy y aún no ha terminado de mamar, supongo que no se ha dado cuenta de la hora que es. No obstante, me traslado con mi teta y mi churumbel cual garrapato dentro de la clase, y seguimos a lo nuestro. De momento, de mirona.
Empiezan los estiramientos, no me importa perdérmelos, ya me incorporaré más adelante cuando Jorge termine de mamar y así ya sigo a tope. No obstante, en un alarde de sincero interés, lo intento incluso con la teta enchufada, hay cosas que puedo hacer (mover el cuello de un lado a otro, respirar…algo es algo).
Termina de mamar, ya están con los estiramientos de espalda, le saco los flatitos y le cambio la baberola porque me ha regurgitado un poco. Después de tenerlo un ratito en posición erguida para que no me eche más, considero que ya es suficiente y me la juego a dejarlo en un cuquito muy mono que le ha preparado la profe con un cojín de lactancia. Se queda.
Cojo mi pelota de Pilates y me pongo a ello. Estamos empezando con las abdominales, menos mal, he llegado a tiempo a lo que me interesa. Comenzamos a trabajar siguiendo las indicaciones de la profe y en una de estas, miro de reojo a Jorge y lo veo cual bombilla roja a punto de explotar y haciéndome todo tipo de muecas con la cara. Me da que está haciendo sus cositas. Lo dejo a ver si es una falsa alarma. Negativo, en breve mi desarrollada pituitaria capta mensajes olfativos reconocibles por una madre a kilómetros mil. Vaya, será el famoso reflejo gastrocólico, sí… ese por el que los niños comen y luego cagan…. Me bajo de la pelota y procedo a cambiarle el pañal a mi gordito para que no se le irrite su culito sensible. Para no anestesiar al personal, me salgo de la sala. Ya no veo lo que hacen, han debido terminar con las abdominales.
Por fin entro de nuevo en la sala oliendo a culete limpio y trato de dejarlo de nuevo en su camita. Empiezan con los ejercicios de glúteos y piernas. Estupendo, eso también me hace mucha falta.
Jorge empieza a llorar contagiado por otro peque que también está haciendo de las suyas. Me bajo de la pelota de nuevo y lo intento calmar. No hay manera. Llora desconsoladamente. Bueno le voy a enchufar la teta a ver si así se relaja. Procedo.
Me da la sensación de que Jorge se está dando cuenta de que le quiero hacer la cabra y no me suelta, lo intento pero no lo consigo, bueno paciencia -me digo a mí misma- no habrá mamado bien antes. Igual es que con las prisas lo he quitado muy pronto. Me resigno. Han terminado piernas y empiezan con las lumbares.
Me parto, la profe está dirigiendo la clase con un niño en cada brazo. Menos mal, el mío no es el único que está haciendo de las suyas.
Por fin se suelta el bicho y me incorporo a los ejercicios, que acaban de terminar. Empezamos de nuevo los estiramientos, pero ya para concluir la clase. Los hago todos como una campeona.
Jorge se queda fritito….sin comentarios. Termina la clase, la profe me guiña un ojo y me dice que no me preocupe, que habrá muchos días y muchas clases de Pilates que aprovechar todavía.
Jorge, mañana te quedas con la abuela. ¡¡¡Te lo prometo por Pocoyó!!!
PD: Dedicado a mis supermamis del Pilates.
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