En 1950 España tenía una tasa de 2,47 hijos por mujer; en 2021 ha bajado a 1,26 y en el 2050 parece que la cifra se desplomará. Que actualmente hay más perros que niños lo dicen las cifras oficiales … y los parques y jardines. Ahora bien, desde la solvencia que me da tener dos hijos y dos perros, con lo que contribuyo a elevar la tasa media de unos y otros, quisiera explicar que no me parece de recibo la crítica de quienes sostienen que hemos sustituido a los unos por los otros.
La simpleza de tal argumento me enerva. Quienes así lo sostienen es como si desconocieran que el mundo actual y sus órdenes ha cambiado y que las mujeres de hoy (que no son aquellas madres o abuelas nacidas solo para cuidar y por obligación) se enfrentan al reto, casi imposible, de conciliar embarazo, parto, crianza, independencia, vida profesional, éxito y dinero. O arreglamos esto, o nos extinguiremos. Pero no por culpa de los perros.
Lo que creo es, sencillamente, que hay perros que nos salvan. Por ejemplo, de la depresión. Lo he visto cuando escucho una historia desgarradora y esa persona me confiesa haber salido a flote solo gracias al cariño de su perra apostada a sus pies cada mañana. Hay perros que nos salvan de la dura soledad en un mundo cada vez más arisco e individualista. Te esperan, te saludan y te acompañan cuando puede que ningún humano lo haga. Hay perros que nos salvan del síndrome del nido vacío, ese que llega cuando los hijos - que sí has tenido - vuelan. Y de repente aparece esa bolita de pelo que desde el primer momento absorbe todo el amor que se quedó sin dueño.
Hay, por supuesto, perros que nos salvan de cualquier pérdida y hasta de la muerte de un ser querido. Ese dolor del alma que de repente se apacigua cuando te lame y se enrosca en tu regazo. Y hay perros que nos salvan hasta del dolor físico. En Barcelona está en marcha un programa de terapia con perros en las UCI con el que se ha comprobado que, además del acompañamiento, reducen la ansiedad y el dolor físico de los pacientes.
Por supuesto hay perros que nos salvan en el sentido más literal del término. Los que nos rescatan de debajo de las piedras, o los escombros. Esos que se cuelan por una rendija y son capaces de rescatarnos; los que rastrean y nos encuentran si estamos perdidos - no solo en la vida - sino hasta en un oscuro bosque. Y los hay que olfatean y detectan la droga que puede que un día nos mate.
Y ahora parece que llegan los perros robot. Ya me declaré muy contraria a la robotización y a un mundo regido por una inteligencia artificial que deje muy poco al sentimiento, a la emoción y a la piel. Pero si son perros, creo que puedo hacer una excepción. La noticia ha sido ese perro robot que han presentado en Málaga y que servirá a la policía. Y hace poco en Nueva York un perro robot rescató a una niña secuestrada. Entró por donde ningún hombre lo hubiera hecho y consiguió inmovilizar al secuestrador.
No, los hijos no nos salvan como ellos y, además, son una continua fuente de preocupación y desvelos … pero son y serán insustituibles porque, para bien o para mal, son la experiencia vital más intensa de un ser humano.
¡Tengan niños, por favor y, si es con perros, mucho mejor!
Soy cordobesa, del barrio de Ciudad Jardín y ciudadana del mundo, los ochenta fueron mi momento; hiperactiva y poliédrica, nieta, hija, hermana, madre y compañera de destino y desde que recuerdo soy y me siento Abogada.
Pipí Calzaslargas me enseñó que también nosotras podíamos ser libres, dueñas de nuestro destino, no estar sometidas y defender a los más débiles. Llevo muchos años demandando justicia y utilizando mi voz para elevar las palabras de otros. Palabras de reivindicación, de queja, de demanda o de contestación, palabras de súplica o allanamiento, y hasta palabras de amor o desamor. Ahora y aquí seré la única dueña de las palabras que les ofrezco en este azafate, la bandeja que tanto me recuerda a mi abuela y en la que espero servirles lo que mi retina femenina enfoque sobre el pasado, el presente y el futuro de una ciudad tan singular como esta.
¿ Mi vida ? … Carpe diem amigos, que antes de lo deseable, anochecerá.
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