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Sobre este blog

Soy cordobesa, del barrio de Ciudad Jardín y ciudadana del mundo, los ochenta fueron mi momento; hiperactiva y poliédrica, nieta, hija, hermana, madre y compañera de destino y desde que recuerdo soy y me siento Abogada. 

Pipí Calzaslargas me enseñó que también nosotras podíamos ser libres, dueñas de nuestro destino, no estar sometidas y defender a los más débiles. Llevo muchos años demandando justicia y utilizando mi voz para elevar las palabras de otros. Palabras de reivindicación, de queja, de demanda o de contestación, palabras de súplica o allanamiento, y hasta palabras de amor o desamor. Ahora y aquí seré la única dueña de las palabras que les ofrezco en este azafate, la bandeja que tanto me recuerda a mi abuela y en la que espero servirles lo que mi retina femenina enfoque sobre el pasado, el presente y el futuro de una ciudad tan singular como esta. 

¿ Mi vida ? … Carpe diem amigos, que antes de lo deseable, anochecerá.

María la Judía. ¿Solo una calle?

María La Judía.

Magdalena Entrenas

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La alquimia se practicó desde la Antigüedad hasta el siglo XVIII, cuando fue desplazada por la química como ciencia actual. Precisamente, la palabra alquimia proviene del árabe “al-khimiya”, y de ahí el vocablo “química”. La alquimia fue una mezcla de química, metalurgia, física, medicina y, además, filosofía.

Los alquimistas pretendían la transformación de los materiales impuros en plata u oro, pero también transformar al propio hombre. Ya saben, la anhelada piedra filosofal con el poder de convertir el plomo en oro y conseguir la eterna juventud y hasta la inmortalidad. De fondo, siempre lo mismo. No nos resistimos a morir o, cuanto menos, a envejecer.

Tanto en Oriente como en Occidente, las dos grandes “escuelas” alquimistas persiguieron lo mismo con sus propios métodos, y la historia reconoce a grandes alquimistas. Desde Zósimo de Panópolis hasta Newton, pasando por Paracelso y Geber, el sabio islámico precursor de la farmacología, para llegar incluso a nuestro San Alberto Magno. Por citar algunos.

La pregunta es, ¿no hubo en la historia mujeres alquimistas? Sí, claro que las hubo, pero cuando ellas hacían lo mismo, eran señaladas como hechiceras o brujas y conducidas de manera directa a la hoguera. Allí donde no eran quemadas, lo que no eran es reconocidas, ni valoradas, ni traducidos, ni preservados sus descubrimientos para la memoria colectiva.

Con alguna excepción. “María la Judía” no es solo el nombre de esa calle de Córdoba repleta de restaurantes. No, ni mucho menos. Lo que ocurre es que muy pocos conocen quién fue esa misteriosa mujer, sin apellidos, que da nombre a la bulliciosa calle. Pues verán, María es la gran alquimista de la historia y una mujer que mucho antes de venir al mundo el propio Jesucristo, en la lejana Alejandría, inventó grandes cosas que a ustedes les hacen la vida mucho más agradable.

María inventó, nada más y nada menos, que el “baño María”. Sí, como lo oyen, ese con el que hoy hacen ricos flanes, o cualquier cocinado que precise calentar algo con total uniformidad. María inventó también el alambique, con el que destilamos bebidas espirituosas y hasta un artilugio impronunciable de “reflujo” con el que analizaba y purificaba metales, o extraía los aceites de las plantas. Fue capaz, también, de crear un pigmento de su propio color, el 'negro María' (mezcla de sulfuro de plomo y cobre). Y no queda ahí la cosa, porque el “cierre al vacío” es también cosa de nuestra María.

La única explicación de cómo María La Judía ha llegado hasta nuestros días, más allá de alguna referencia, sin que hayan perdurado sus escritos, es tan fascinante como ella misma. Transmisión oral y casi con seguridad de unas mujeres a otras. Esas que han estado en los fogones siempre y que empezaron a cocinar “al baño María” desde antes incluso de Jesucristo. Enseñanzas de madres a hijas y estas a las suyas y así sucesivamente. Una suerte de cadena de sororidad invisible, para nada pretendida, pero eficaz.

El Día Internacional de la Mujer, que muchos inquisidores de hoy quieren quemar en la hoguera, sirve para reconocer a las Marías invisibles de la historia. Porque puede que hasta tengan una calle donde sus inventos estén a la orden del día, pero seguramente la mayoría siga sin saber ni qué significa.

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Soy cordobesa, del barrio de Ciudad Jardín y ciudadana del mundo, los ochenta fueron mi momento; hiperactiva y poliédrica, nieta, hija, hermana, madre y compañera de destino y desde que recuerdo soy y me siento Abogada. 

Pipí Calzaslargas me enseñó que también nosotras podíamos ser libres, dueñas de nuestro destino, no estar sometidas y defender a los más débiles. Llevo muchos años demandando justicia y utilizando mi voz para elevar las palabras de otros. Palabras de reivindicación, de queja, de demanda o de contestación, palabras de súplica o allanamiento, y hasta palabras de amor o desamor. Ahora y aquí seré la única dueña de las palabras que les ofrezco en este azafate, la bandeja que tanto me recuerda a mi abuela y en la que espero servirles lo que mi retina femenina enfoque sobre el pasado, el presente y el futuro de una ciudad tan singular como esta. 

¿ Mi vida ? … Carpe diem amigos, que antes de lo deseable, anochecerá.

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