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Sobre este blog

Soy cordobesa, del barrio de Ciudad Jardín y ciudadana del mundo, los ochenta fueron mi momento; hiperactiva y poliédrica, nieta, hija, hermana, madre y compañera de destino y desde que recuerdo soy y me siento Abogada. 

Pipí Calzaslargas me enseñó que también nosotras podíamos ser libres, dueñas de nuestro destino, no estar sometidas y defender a los más débiles. Llevo muchos años demandando justicia y utilizando mi voz para elevar las palabras de otros. Palabras de reivindicación, de queja, de demanda o de contestación, palabras de súplica o allanamiento, y hasta palabras de amor o desamor. Ahora y aquí seré la única dueña de las palabras que les ofrezco en este azafate, la bandeja que tanto me recuerda a mi abuela y en la que espero servirles lo que mi retina femenina enfoque sobre el pasado, el presente y el futuro de una ciudad tan singular como esta. 

¿ Mi vida ? … Carpe diem amigos, que antes de lo deseable, anochecerá.

Carbón para unos pocos

El Rey Melchor con dos de sus pajes

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Los de Oriente a mi no me han traído carbón. Estoy contenta. Y es que mi relación con ellos no siempre fue idílica. Aquella noche de reyes en que sonó el timbre de casa y los encontré allí plantados, llamándome por mi nombre, todo cambio. Tuve tanto miedo que corrí despavorida, escondíendome hecha un ovillo debajo de una de las sillas de la salita de estar de mi casa, con papel pintado de flores. Lo recuerdo con claridad. La cara tapada con mis manos, llorando sin consuelo. Desde entonces, llevarme a la cabalgata se convirtió en una misión tan imposible como las de Tom Cruise.

Solo volví por imperativo legal. Cuando tienes hijos eres capaz de hacer por ellos lo que no harías por nadie. La ley de la sangre. Mi madre me llamaba a veces “mi sangre”. Ni siquiera en los años en que acudí a la cabalgata con mis hijos, dejé de sentir miedo cuando imaginaba encontrármelos de nuevo cara a cara. La masa de gente desaforada, capaz de aplastarte por un puñado de caramelos pegajosos con el logo de Cajasur, tampoco me puso fácil la reconciliación.

Y es que esta ciudad merece a veces carbón.

Una ciudad en la que otro rey, el de la joyería cordobesa, dueño del equipo de fútbol que más se gastó con resultados menos exitosos (!hombre, ahora se golea al “Panadería Pulido”), el que fué capaz de sacar 5 ediles en 2011 con un partido inventado y personalista, el que dió con sus huesos en la cárcel por un racimo de delitos, va y anuncia su vuelta salvadora a la política (!como no estará la cosa con los políticos de verdad!) y, ojo, que es capaz de volver a volver.

Una ciudad que merece tan poco respeto, que nos dejan sin el único juzgado de cláusulas suelo, pese a los 5.000 casos pendientes y los señalamientos hasta el 2024 y apuesto a que no habrá ni una protesta. Al tiempo.

Una ciudad en la que cierran los negocios con más solera (Rusi, Los Guillermos, la taberna El Gallo, Carrasquin -veremos- y esta semana el mítico Horno San José, el unico de leña que quedaba); y hasta los negocios que en cualquier otra ciudad triunfan y se consolidan ( desde Vips a La Oca y sigo con Uterqüe porque me toca).

Una ciudad, en fin, cuyo plato estrella es el flamenquín (contra más grande, mejor), es la ciudad en la que Jose Antonio Avilés, el polémico televisivo (no) periodista en Tele 5, expulsado del último programa de “Viva la Vida”, tal vez por la traición de su último novio, o por las supuestas estafas cometidas, o por la cadena de mentiras que él mismo confesó, o hasta puede que por su impecable injerto de pelo, ha merecido con bombo y platillo el nombramiento de paje del Rey Melchor en la Cabalgata municipal. Julián Hurtado, amigo, maestro Chiquilín, niños de Córdoba, mucho ánimo.

Este año no he vuelto a la cabalgata, pero si volví a llorar… ha sido de chiste. Carbón, mucho carbón.

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Soy cordobesa, del barrio de Ciudad Jardín y ciudadana del mundo, los ochenta fueron mi momento; hiperactiva y poliédrica, nieta, hija, hermana, madre y compañera de destino y desde que recuerdo soy y me siento Abogada. 

Pipí Calzaslargas me enseñó que también nosotras podíamos ser libres, dueñas de nuestro destino, no estar sometidas y defender a los más débiles. Llevo muchos años demandando justicia y utilizando mi voz para elevar las palabras de otros. Palabras de reivindicación, de queja, de demanda o de contestación, palabras de súplica o allanamiento, y hasta palabras de amor o desamor. Ahora y aquí seré la única dueña de las palabras que les ofrezco en este azafate, la bandeja que tanto me recuerda a mi abuela y en la que espero servirles lo que mi retina femenina enfoque sobre el pasado, el presente y el futuro de una ciudad tan singular como esta. 

¿ Mi vida ? … Carpe diem amigos, que antes de lo deseable, anochecerá.

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