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Sobre este blog

Soy cordobesa, del barrio de Ciudad Jardín y ciudadana del mundo, los ochenta fueron mi momento; hiperactiva y poliédrica, nieta, hija, hermana, madre y compañera de destino y desde que recuerdo soy y me siento Abogada. 

Pipí Calzaslargas me enseñó que también nosotras podíamos ser libres, dueñas de nuestro destino, no estar sometidas y defender a los más débiles. Llevo muchos años demandando justicia y utilizando mi voz para elevar las palabras de otros. Palabras de reivindicación, de queja, de demanda o de contestación, palabras de súplica o allanamiento, y hasta palabras de amor o desamor. Ahora y aquí seré la única dueña de las palabras que les ofrezco en este azafate, la bandeja que tanto me recuerda a mi abuela y en la que espero servirles lo que mi retina femenina enfoque sobre el pasado, el presente y el futuro de una ciudad tan singular como esta. 

¿ Mi vida ? … Carpe diem amigos, que antes de lo deseable, anochecerá.

Abuelos que cuidan, abuelos abandonados

Residencia de ancianos

Magdalena Entrenas

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Nos preocupamos de qué va a ser de la hija-nieta de Ana Obregón cuando ella no esté y no nos preocupamos de los abuelos que nos rodean. Que había algo detrás, ya lo dije. Una jugada jurídicamente impecable. Abuela biológica detrás de una maternidad legal por gestación subrogada, vía inscripción de una sentencia firme americana. Misterio zanjado. Y ahora… ¿por qué no nos preocupamos todos un poco más de las personas que nos rodean? 

La realidad es que cada vez hay más abuelos que cuidan de sus nietos y hasta de sus hijos en estos duros momentos de crisis, aportando hasta sus pensiones para dar de comer a la familia entera. ¿De estos no hablan las hienas televisivas? Tampoco lo hacen del cruel aumento de mayores abandonados. La pirámide poblacional invertida está provocando un aumento de ancianos que además necesitan cuidados especiales. Las residencias, esos cementerios de vida, están hasta la bola de abuelos y abuelas que yacen allí literalmente aparcados. 

Esta Navidad llegaron a consultarme qué se podía hacer ante lo que resultó ser el abandono en toda regla de un anciano en un hospital privado. Lo habían ingresado el día de antes de Nochebuena. Pasaban los días y nadie lo visitaba y cuando finalmente le dieron el alta, nadie se presentó a recogerlo. No, no lo habían ingresado por otra enfermedad que no fuera la maldad de sus familiares. Como no había residencia libre, se trataba de “soltarlo” en algún lado.

Hace ya más de un mes falleció mi madre y lo hizo accidentalmente en ese mismo hospital. Ingresó el día de antes con un ictus masivo y hasta ese día de sus 94 años vivió en su casa. Rodeada de sus objetos personales, mirando cada día los portafotos con las imágenes de su vida y de las personas que amaba; entre sus muebles, con sus cornucopias doradas, abriendo los cajones de siempre, oliendo los manteles que un día bordó con hilo; con su ropa impoluta colgada en el armario y con los cajones de su mesilla repletos de cosas insignificantes. Esas que los demás ignoran y que son en realidad la esencia de nuestra vida. Recortes, rosarios, monederos antiguos, pañuelos de seda … Vivir hasta el último día rodeada de todo eso debiera ser uno de nuestros derechos fundamentales. 

Mi padre murió hace mucho más tiempo y con los cajones de la otra mesilla también repletos. Por eso, cuando ya no tengo más raíces que las mías, cuando soy yo la que está ahora en primera línea de salida, cuando la vida nos la prolongan ahora hasta límites que puede que ya no sea vida, me pregunto ¿qué está ocurriendo para que nos dejen tirados? ¿en qué momento te conviertes en pura carne de abandono? La respuesta no la sé… voy a pensar en ello. 

Mientras tanto, sirvan estas líneas de testamento ológrafo: quien conmigo lo haga, desheredado.

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Soy cordobesa, del barrio de Ciudad Jardín y ciudadana del mundo, los ochenta fueron mi momento; hiperactiva y poliédrica, nieta, hija, hermana, madre y compañera de destino y desde que recuerdo soy y me siento Abogada. 

Pipí Calzaslargas me enseñó que también nosotras podíamos ser libres, dueñas de nuestro destino, no estar sometidas y defender a los más débiles. Llevo muchos años demandando justicia y utilizando mi voz para elevar las palabras de otros. Palabras de reivindicación, de queja, de demanda o de contestación, palabras de súplica o allanamiento, y hasta palabras de amor o desamor. Ahora y aquí seré la única dueña de las palabras que les ofrezco en este azafate, la bandeja que tanto me recuerda a mi abuela y en la que espero servirles lo que mi retina femenina enfoque sobre el pasado, el presente y el futuro de una ciudad tan singular como esta. 

¿ Mi vida ? … Carpe diem amigos, que antes de lo deseable, anochecerá.

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