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El veroño

Carlos Puentes

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Se despertaba el españolito medio en el día de ayer con el anuncio de Google de que mientras buena parte del país dormía a pierna suelta, el planeta cumplía su ritual bianual entorno al Sol. A eso de las 4 de la mañana del pasado martes, pasábamos por el equinoccio de otoño a este lado del Hemisferio y el de primavera al otro. Comenzaba así el que por aquí corresponde con el periodo oscuro del ciclo anual, los días cada vez menos días y las noches cada vez más noches.

Junto a las tormentas, los diluvios, tornados, rayos y centellas de finales de estación,  hemos tenido como buen regalo para el inicio otoñal dejar varada una ley que nos situaba de nuevo justo en el otoño de 1960. El sentido común, y muy posiblemente cierta presión electoral, han devuelto la racionalidad en terrenos donde los portavoces de la superstición subvencionada habían tomado demasiado peso. Los báculos finalmente, no decidirán sobre los úteros de la mitad del país. Estamos de enhorabuena.

A ocho meses del día en que se dibuje el nuevo mapa político de los municipios de España, empieza a soplar un viento que hacía tiempo se dejó de sentir. El españolito comienza a recibir, ya desde hace meses, la señal luminosa de que todo empieza a ir bien. Hemos pasado del “España va bien” al “España irá bien”. El mensaje ha de ir calando, sazonado poco a poco con leves gestos que sorprendan al votante desilusionado. Una retirada de ley impopular por aquí, un asfaltado de calle por allá.

Pueda parecer que el tiempo quiera acompañar en el cambio de tendencia, que las nubes que nos manda el poniente riegan generosamente los campos de una España sedienta, ayudando, por poderosos designios divinos con intermediación de vírgenes y santos que cumplen como alcaldes perpetuos, al buen marchar de la recuperación. Pero ni un país con una tasa de desempleo juvenil por encima del 50% y un endeudamiento del 100% de su PIB puede pensar que la cosa irá bien, ni la advocación mariana ayudará a tener un buen flujo del oeste.

Lo cierto es que el espejismo de estos días de un otoño adelantado, no querrá seguir mucho más en el tiempo con nosotros. Lo que parece atisbarse en el misterioso escrutinio de los modelos meteorológicos, pasa por un panzamiento del muy noble y leal Anticiclón de las Azores, lo que como todo el mundo sabe pasa por una estabilidad cuasi perpetua de los cielos andaluces, y una torridez considerable según siendo determinadas horas. No es que vayan a volver los 40º a la sombra, pero lo mismo sí hay que olvidarse de echarse la rebequita por un tiempo.

Que no les engañen, ni todo va mejor, ni el otoño de verdad ha hecho aún por llegar.

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