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De sofocos y calores

Carlos Puentes

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Roza agosto, y uno, tras casi un año de presencia prácticamente ininterrumpida en los albores de los miércoles, cree que se merece, como casi todo españolito, el común descanso de sol, playa, montaña, bar, y vagancia en general. Sea esta pues, mi última aportación a los miércoles de Cordópolis, hasta que a comienzos del nuevo año hidrológico, que empiece el 1 de septiembre próximo, vuelva con energías e ilusiones renovadas, nuevos pronósticos, nuevas explicaciones, y como no, nuevas visiones antropológicas del mundo que me ha tocado sufrir.

Antes, la última vomitera del año meteorólogico que para mí hoy acaba. Lo cierto es que para rematar el año, dudaba entre ofrecer  un pronóstico a largo plazo, que abarcase todo el mes de agosto, y parir un inmoderado exabrupto a cuenta de la última de las barbaridades sociológicas a las que este que les escribe ha tenido a bien sufrir. Como el estilo es el estilo, haré las dos cosas, empezando por el final, de sofocos y calores.

Sofocos.

Que las entrañas del poder mediático español ostenten uno de los niveles de podredumbre ideológica más altos de toda Europa Occidental, es algo más o menos reconocido y que a nadie debiera sorprender, pero que muchas de las alimañas mediáticas, lleguen a alcanzar niveles de mediocridad, pobreza intelectual, e indecencia moral que lejos de la acostumbrada putrefacción ideológica, rocen la categoría de delitos constitucionales, ya torna en sorpresa incluso para los más aventajados consumidores de estupefacientes periodísticos. El pasado viernes, aún con la resaca de la tragedia ferroviaria, el diario monárquico de las tres letras, se dejaba escapar con una de las portadas más putrefactas jamás paridas en época democrática por la prensa española. Cosa difícil conociendo el exquisito nivel al que nos tiene acostumbrada la prensa escrita de extrema derecha de este país.

Lo que hizo fue ni más ni menos que pasarse el derecho de presunción de inocencia, que constitucionalmente tenemos reconocidos todos los españoles, por el forro de los cojones, acusando mediáticamente, sembrando dudas sobre la prudencia, el honor, la imagen y la buena profesionalidad de un funcionario público, por la inconmensurable prueba de una afirmación absolutamente legal hecha en las redes sociales. Afirmación que, para más inri, manipula sibilinamente sin intuir ningún atisbo de vergüenza ni buena praxis periodística. No soy periodista, desde luego, pero sí que soy un inmoderado consumidor de productos periodísticos, y cuando, más allá de la manga ancha ideológica, se traspasan las líneas rojas del buen sentido común, cuando se traspasan principios constitucionales, el hinchazón de cataplines es cuestión convenientemente a tratar en artículo presuntamente meteorológico.

Si el interés que subyace a la indecente portada obedece a cuestiones empresariales, por aquello de salvaguardar la buena imagen de la Marca España en los contratos internacionales, o es más bien cuestión de sensacionalismo barato, queda en asunto menor ante tamaño atropello a la cada vez más depauperada imagen de la prensa seria española. No defenderé nunca la línea editorial de dicho diario, pero quiero pensar que los buenos profesionales que pisan la casa deben merecerse algo mejor que la rapiña directiva que marca el paso del rotativo. No debe ser plato de buen gusto desayunarte desde dentro la zafiedad de quien maquina semejante cosa.

Calores.

Más allá de la trágica (en todos los sentidos) realidad nacional, toca hacer previsión, este largo mes de ausencia vacacional, de lo que nos podremos encontrar. De momento lo inmediato. Pasado el espejismo de un verano de frescor otoñal que tuvimos el pasado fin de semana, volvemos a lo que toca, y lo que toca es lo propio de un 31 de julio, calor, calor, y más calor. Si bien la vaguada del pasado fin de semana tuvo la amabilidad de posicionarse en las inmediaciones peninsulares, propiciando un acusado descenso de las temperaturas, hoy, la localización de otra vaguada, al oeste de las Islas Británicas, propiciará que nos afecten vientos de componente suroeste, es decir, arrastre de la masa cálida sahariana hasta nuestra vertical, es decir, ascenso generalizado de las temperaturas, es decir, vuelta a los calores y a la muerte a pellizcos.

Como ven, en lo inmediato, calor del bueno, del aviso naranja y los 42º a la sombra. ¿Y después? Pues viendo que los medios y herramientas con que cuenta la predicción meteorológica moderna no otorgan fiabilidad más allá de los 4 días, recurriré, por primera vez en lo que llevo de curso, a la intuición, a la superstición, a la cabañuela y a la inventiva irracional pura y dura. El método, el mismo que esconden las cabañuelas que este mes rellenarán algún que otro espacio informativo de la anterior prensa seria, el de la relación causa-efecto entre ámbitos de nula vinculación, en mi caso, el rizo del pelo escrotal de mi estimado huevo izquierdo. Quieren los dioses, pelo de huevo izquierdo mediante, que los sufridos cordobeses pasen un mes de agosto en que hará, mayormente, tiempo soleado, con unas temperaturas, mayormente, calurosas, tendiendo a remitir conforme muera el mes, sin descartar, rizo dixit, la posibilidad de algún esporádico episodio tormentoso.

Quede ahí mi apuesta, nos leemos en septiembre.

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