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Primaverano

Carlos Puentes

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No sé si será esta nueva versión de mí mismo, que tiende a estar más alerta que nunca cada vez que oye tronar, o si la casualidad ha querido que como todo buen chocolatero, acabe aborreciendo el género del que vive, en una suerte de condena eterna que le perseguirá hasta el día en que muera, pero lo cierto es que de un tiempo a esta parte no paro de ser agente pasivo de conversaciones con motivo meteorológico. Lo cierto es que soy persona de amplio espacio vital, un tanto escorado hacia una sociopatía leve que exige de todo aquel que me acompaña en tiempo y espacio, mi particular aprobación sobre las correctas conductas sociales y morales, con frecuencia muy alejadas de las socialmente aceptadas.

Me explico, derivado de mis particulares compañías, cierta componente familiar, y una cultura del odio a todo lo que me han ido imponiendo, tengo escasa o ninguna tolerancia a la estupidez. Esta última semana, tan marcada en lo meteorológico por el brutal contraste de la situación atmosférica a lo largo de esta primera quincena de abril, he ido sorteando, con desigual fortuna, conversaciones ajenas que pasaban desde el amargo lamento por la insufrible caló, hasta absurdas teorías planetomotrices sobre los diferentes ciclos meteorológicos de los que goza nuestra tierra. Homeopatía, magufería, superstición y estupidez, mucha estupidez. Según obtengo de la sabiduría popular, la sucesión de monzones bíblicos, tormentas apocalípticas y olas de calor infernales en estos primeros días de la primavera corresponden a lo que la memoria colectiva identifica como anormalidad.

Bueno, padecemos estos días, ni más ni menos, la situación propia, lógica, normal, que en estas fechas podría derivarse, y se deriva, de la particular dinámica atmosférica que impera en el Atlántico Norte. Verán, la culpable de esta sofocante situación ha sido, y sigue siendo, una muy profunda depresión que se ha anclado al norte de las Islas Azores, que nos ha metido vientos de clara componente suroeste en toda la Península Ibérica, facilitando el ascenso de lo que se conoce como “cresta sahariana centrada” y en meteofrikez como “dorsal infernal de los cojones”. Sí, lo sé, este chiste ya lo hice, el 10 de octubre del pasado año, hace justamente seis meses, en un artículo en que vine a explicarles lo del Veranillo de San Miguel. ¿Ven hacia dónde voy? Repetimos viaje de vuelta y volvemos a repetir situación atmosférica, por lo que esta suerte de verano adelantado, tan, tan, tan anormal resulta que no es.

La incursión de la cresta desde el norte de África, ha venido acompañada, al margen de las tradicionales altas presiones, por unas temperaturas en altura propias del mes de junio, que vino a ofrecernos en la jornada de ayer uno de los días más calurosos en el mes de abril desde que se tienen registros, y que con casi toda seguridad será superado en la tarde de hoy. Así pues, hoy y mañana, seguiremos bajo la influencia de esta infernal cresta sahariana, que mantendrá los cielos relativamente despejados y con temperaturas bastante elevadas. Pero no se angustien, que se atisba ventura desde el viernes, día en que los restos desechos del borrascón azoriano se paseará por el norte peninsular, arrastrando consigo una masa de aire sustancialmente más fría, que a nosotros nos afectará tangencialmente y que no obstante nos traerá una bajada de temperaturas del orden de unos siete grados.

Estabilidad asegurada por lo menos hasta el próximo domingo, en que la tendencia a que nos afecten masas de aire con componente norte, podrían acabar derivando en uno de esos episodio tan interesantes de depresiones aisladas en niveles altos, pero eso ya, será harina de otro costal.

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