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Histórico marzo

Carlos Puentes

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Pasó Semana Santa, con un excelente resultado en mi cuenta de aciertos que por cosas del destino ha disparado la atención entre nuevos lectores de perfil cofrade. Por eso, con la perspectiva de no espantarlos demasiado pronto, y porque aún sigo un tanto perjudicado de la resaca semanasantera, intentaré ser lo más escueto posible, amén de guardarme mis opiniones sobre cosas en las que entiendo que puedo dar opinión.

Me permitirán eso sí, una breve valoración personal sobre la pasada semana, en dos aspectos un tanto diferentes. Primero, el de la creciente sensatez que tuve a bien ir percibiendo entre aquellos que se jugaban el patrimonio histórico-artístico de carácter movible, que poco a poco, bien por miedo, bien por reconocimiento del poderoso avance de la ciencia en materia de brujería cabañuelística, fue ganando terreno dejando a un lado la insensata valentía por una mucho más lógica prudencia bien medida.

El otro, el del extraordinario fin de fiesta que puso punto y final al histórico mes de marzo que hemos tenido. Si no lo sabían, yo se lo comento. Terminó el pasado 31 de marzo el que ha sido, hasta la fecha, el marzo más lluvioso en Córdoba, y en buena parte de la Panínsula Ibérica, desde que se tienen registros climáticos. El dato, los 240 litros que han llegado a recogerse en la estación meteorológica del Aeropuerto de Córdoba, oficial para los datos pluviométricos de la Aemet. Una absoluta barbaridad de la que se habrán percatado y de la que estarán ya hasta la coronilla, cofrades o no, pero que a mí, y a buena parte de la extraña raza de meteofrikis locales, nos ha tenido algo más que contentos.

El colofón lo marcó un último episodio de precipitaciones especialmente intenso, que vino a sentar dos graves cuestiones sobre la mesa. La primera, el cierto descontrol que desde hace un tiempo viene atesorándose en la vigilancia de fenómenos severos por parte de la Agencia Estatal de Meteorología, por el muy grave error que supuso tanto la predicción del pasado domingo como la falta de un correcto seguimiento por parte de la misma. La segunda, el río, del que mejor me callo que me da la risa.

¿Y ahora? Verán, la culpable de todo esto, más allá de explicaciones de origen climático, radica en una muy profunda borrasca que se ancló durante más de una semana en Terranova, una depresión de dimensiones oceánicas que llegó a ser noticia en numerosos medios al otro lado del charco, y que no paró de mandarnos frentes de componente oeste, uno detrás de otro. Pues bien, esa misma borrasca será la que venga a definir el tiempo que nos va a tocar padecer en estos primeros días del mes de abril. Pero no se alarmen que nos traerá de todo. Vamos a ello.

Para empezar lo más inmediato, entre hoy y el próximo viernes, el centro de la depresión tendrá a bien venir a desparramarse por todo el interior peninsular, dejándonos de nuevo precipitaciones generalizadas, que podrán ser especialmente intensas el próximo viernes, y con fuerte carácter tormentoso en la Comunidad Valenciana, donde no me extrañaría en absoluto que se activase algún aviso de carácter especial. Como ven, de nuevo, más agua. A priori no tanta como la del pasado domingo, pero sí la suficiente como para mantener más a punto que nunca los protocolos de actuación ante la prevención de avenidas en las márgenes insensatamente habitadas del río Guadalquivir.

Después, consecuencia del paso del centro de la borrasca hasta la vertiente mediterránea peninsular, de cara al fin de semana, una rolada de los vientos con fuerte componente norte, que harán bajar significativamente las temperaturas y volverán a obligarnos a sacar algo más que la rebequita. Un cambio sustancial en la dinámica atmosférica que además nos traería un tiempo relativamente más estable, con el tímido ascenso de la dorsal azoriana, y que podría ser el anticipo, tal y como marcan los predictores a medio plazo, de una mitad de abril bastante más benigna que este histórico marzo. Alégrense hombre.

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