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Lo nunca visto

Luis Medina

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Corren tiempos propicios para intermediarios. Sobre todo para cierto tipo de intermediarios que no aportan nada al valor del producto que revenden. Nunca me ha gustado esa perversión de la ley de la oferta y la demanda que es comprar lo que no necesitas para vendérselo a quien sí lo requiere. Es sólo una cuestión de tener dinero sobrante para hacer más dinero a costa de quien no tiene tanto. Por supuesto, cualquiera que se dedique a esta actividad podría rebatirme hablando de la labor de distribución, de búsqueda de nuevas líneas de explotación, de asunción de riesgos... Conozco el discurso. Y puede que, en ciertas y honrosas excepciones sea así. Pero, en no pocas ocasiones la intermediación se convierte en pura y dura especulación. Sin más mérito ni capacidad que el dinero. Sin más productividad que la propia e inmediata.

Por eso, cuando por una vez el intento de especulación resulta derrotado, y esto sí que es noticia, vuelvo a creer que las cosas algún día tengan remedio. SportFive, una agencia alemana dedicada a unificar las múltiples facetas de negocio del fútbol (búsqueda de patrocinadores, de responsable de equipaciones para los clubs y su posterior comercialización, derechos futbolísticos, organización de eventos relacionados, paneles publicitarios en estadios, etc.), poseía los derechos de los partidos de Bielorrusia cuando el sorteo de la fase previa del Mundial le deparó la sorpresa de que España y Francia se cruzaban en su camino. Se frotaron las manos. Según la mayor parte de las fuentes, el precio que dispusieron para que las televisiones españolas pudieran retransmitir el partido era de tres millones de euros. A esto me refería con la especulación. Es evidente que pueden y deben ganar dinero por su trabajo (incluso aunque éste sea tan arduo como pasar una señal de televisión), pero si las televisiones españolas deciden que por primera vez un partido del combinado nacional no se va a poder seguir por la pequeña pantalla, podremos intuir cuántos pueblos se habían pasado en la valoración de su trabajo. Parece que en Alemania no sólo no hay crisis, sino que no saben que en España la hay. Tampoco a la hora de valorar un precio de mercado han pensado si el partido era en horario “prime time” o si, como era el caso, era festivo y puente, momentos en que la demanda televisiva decrece extraordinariamente. No parece que SportFive haya sido muy competente (tampoco) en esta faceta del trabajo. El órdago no acabó ahí. Tras negociaciones, el precio había bajado bastante más de la mitad, pero las televisiones españolas, en un alarde de responsabilidad que no deja de sorprenderme, concluyen que no hay manera de rentabilizar esa retransmisión y que no es momento de perder dinero.

No contenta con el fiasco, la agencia alemana decide multiplicar, sin previo aviso, el canon a las radios al no haber televisión. Las radios improvisan (y pienso que de nuevo con acierto), y se niegan a pagar los veinticinco mil euros que les pedían por la línea para emitir. “No money, no line”, les decían. Las radios se van a sus habitaciones de hotel y retransmiten desde allí (LFP, bon tus barbas a remojar).

La agencia en cuestión, en definitiva, se juega la partida a perder unos ingresos que creía garantizados a costa de no arriesgar los del partido que Francia juegue en Bielorrusia. Veremos cómo acaba. Aunque una segunda derrota ya sería poco menos que la antesala de un cambio de paradigma (permítanme exagerar). Pero no lo creo. Si como tengo entendido, SportFive es propiedad de Lagardère, el monstruo de comunicación francés, en el país vecino la historia será distinta, bien porque los “lobbies” de presión convenzan a alguna televisión francesa o bien porque el precio no sea el mismo. Pero o mucho me equivoco o en Francia sí verán su partido.

Mientras, para nosotros, el resultado de la historia (nueva muestra de profesionalidad de SportFive) es que no han cedido a España ni el resumen de los goles. Eso sí que no lo había visto nunca. ¿Saben? Nunca me importó menos. Para eso está la capacidad de cada cual de buscarse la vida (los hubo que lo consiguieron), los goles en youtube, o la inmensa satisfacción de escucharlo por la radio, leerlo en la prensa, y saber que, por una vez, el dinero no se ha salido con la suya. Me da absolutamente igual no haber visto el partido. Un partido no visto. Un hecho, en este caso afortunadamente, nunca visto.

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