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Pepín, el genio loco: Si tú me dices ven lo dejo todo

Paco Merino

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- Por cierto, Diego. ¿Quién le ha marcado mejor en nuestro país?

- Si se refiere a nobleza, Pepín, del Valladolid. Fue duro conmigo, pero correcto y noble.

(Diego Armando Maradona, en El Mundo Deportivo)

22 de abril de 1984. Jornada 33, penúltima del campeonato de Liga de Primera División. Estadio Santiago Bernabéu. Real Madrid-Real Valladolid. Unos 80.000 espectadores. El equipo blanco necesita imperiosamente la victoria para mantener sus opciones al título, por el que pelean también el FC Barcelona y el Athletic de Bilbao (conquistador final del doblete, Liga y Copa, con Javi Clemente). Dos tipos curtidos, Salguero y Santillana, resuelven la papeleta con oficio en un día en el que no hubo exquisiteces de la emergente Quinta del Buitre. Butragueño y Martín Vázquez se dejaron ver lo justito ante el Pucela, que llegaba con el curso resuelto y un reto particular: el uruguayo Polilla Da Silva necesitaba un gol para compartir el Pichichi con el añorado Juan Gómez “Juanito”. Lo marcó. El partido terminó con 2-1. Allí, vestido de blanquivioleta, estuvo Pepín.

2 de septiembre de 1984. Jornada 1 del campeonato de Liga de Tercera División, Grupo X. Municipal de Rute, terreno de albero. Llenazo histórico, con unos 800 seguidores. Rute-Córdoba CF. Arranca el campeonato más dramático en la historia del club blanquiverde, después de encadenar dos descensos en tres años y acumular una deuda de 100 millones de pesetas que amenaza con llevar a la entidad a la desaparición. Para el modesto equipo de casa es el partido de su vida, un acontecimiento en un pequeño pueblo de 132 kilómetros cuadrados y unos 8.000 habitantes, enclavado en la Subbética cordobesa. El Córdoba ganó por 0-2 y el pleito entre vecinos derivó hacia la polémica: los ruteños quisieron reclamar el resultado por alineación indebida de López Murga, un extremo vasco que hacía el servicio militar en el Cerro Muriano. Allí, vestido de blanquiverde, estuvo Pepín.

Ni siquiera habían transcurrido cinco meses entre los dos partidos. De Primera a Tercera, sin pasos intermedios. Del Madrid de Alfredo Di Stéfano al Rute de Rafael Sedano. Del césped y los focos a la tierra y los duelos matinales al sol. Acababa de cumplir 30 años y llevaba seis de ejercicio profesional en el Getafe (dos cursos en Segunda) y el Valladolid, donde fue una pieza fundamental entre 1980 y 1984, el periodo de mayor gloria de los pucelanos en Primera. Fenoy, Pato Yáñez, Minguela, Jorge, Gail, Da Silva, Gilberto... Y él, claro. Formaba parte esencial del equipo -aunque no jugó la final- que ha logrado el único título en los 85 años de existencia del Valladolid: la Copa de la Liga en 1984. Vencieron por 3-0 al Atlético de Madrid en la prórroga (0-0 en la ida en el Calderón) y Zorrilla vio por primera y última vez una vuelta de honor de los suyos. Era un 30 de junio, un día de despedidas.

A Pepín ya le habían requerido de varios sitios para que cambiara de aires. Lo quiso en su día el Atlético de Madrid. También el Racing de Santander y el Betis le seguían los pasos. No le iban a faltar propuestas, pero una de las llamadas le había provocado una sensación especial. ¿Vendrías al Córdoba?, le dijo Rafael Campanero. Y contestó que sí. Quién sabe por qué. Seguro que ni él mismo. Bajó al sur, a su casa, por puro instinto animal. “Los compañeros me decían que estaba loco y el presidente me dijo que no iba a ganar ni un duro, cuando había renovado por cuatro millones de pesetas al año”, confiesa. Entendió que su sitio estaba en Tercera, celebrando victorias ante el Brenes, el Mairena o el Pozoblanco. Y dejó de salir en las estampas.

José Calzado Ferrer (Córdoba, 1954) llegó como un ángel caído del cielo a un equipo que tocaba el fondo del fondo. Se alió con Perico Campos, López Murga, Mariano Mansilla, Luna Toledano, Valentín, Luna Eslava, Revuelta, Vinuesa... Gente de la casa, sufridores vocacionales para rescatar el pisoteado orgullo de un Córdoba en fase crítica. Pepín, con su característica melena rizada -al más puro estilo del cantante de Medina Azahara, Manuel Martínez-, puso su sello en el Córdoba. ¿Se puede decir que triunfó? Quizá sí. O no. Quién sabe. Si triunfar es conseguir que no te olviden, lo logró. Fue un héroe en tiempos de crisis.

Con la blanquiverde se alineó en todos los partidos posibles durante dos campeonatos memorables: 79 comparecencias, 22 goles, un ascenso a Segunda División B y muchas jugadas en la retina de los seguidores, entre los que provocaba sentimientos ambivalentes. No sabían si sacarle a hombros o darle una tanda de collejas. Hacía cosas impropias. Cuando estaba inspirado, su trascendencia en el juego era espectacular. Tras esos dos cursos en el Córdoba, se volvió a ir. Pasó por el Júpiter, la Gramanet, el Gavá, el Andorra... Su trayectoria sigue siendo hoy un verdadero galimatías, un extraordinario sinsentido que le llevó de gira por todo tipo de escenarios: desde los templos sagrados de la Primera División a los corralones de Tercera, donde le miraban con incredulidad. “¿Ése es Pepín, el del Valladolid?”, se decían dándose codazos los aficionados. Su presencia en esas divisiones abisales era un lujo inconcebible. Era condenadamente bueno, mucho más de lo que él mismo creía.

Un día regresó a Córdoba. Volvió a El Arcángel. Allí se reunió con su hermano, Francisco Calzado Ferrer, el célebre Litri, y desempeñó labores de utilero. Veía cada día a aspirantes a llegar al mismo lugar a donde él estuvo un día. Chavales agarrados a móviles de lujo, con peinados imposibles y tatuajes pagados a precio de caviar iraní que no tenían ni la más remota idea de que el señor que les recogía las camisetas llegó a despertar la admiración, tras un partido en el que ambos se enfrentaron, de un tal Maradona. “Había un revuelo enorme, con todas las cámaras apuntándole y ese griterío en el estadio. Yo me centré en mi trabajo y creo que lo hice bastante bien”, recuerda Pepín de aquel encuentro en el que el astro argentino debutaba en Can Barca. Ganaron los azulgranas por 3-1, Maradona marcó su gol y el cordobés de los rizos apuntó la experiencia en su álbum de recuerdos de fútbol. De Primera a Tercera. De Barcelona a Valdepeñas. Del punto de penalti al cuarto de las botas.

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