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Papá, ¿qué estás haciendo?

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Paco Merino

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No sé cómo decírtelo. Seguramente crees que lo haces por mi bien, pero no puedo evitar sentirme raro, molesto, mal. Me regalaste la pelota cuando apenas empezaba a andar. Aún no iba a la escuela cuando me apuntaste en el equipo. Me gusta entrenar durante la semana, bromear con los compañeros y jugar el domingo, como lo hacen los más grandes. Pero cuando vas a los partidos… no sé. Ya no es como antes. Ahora no me das una palmada cuando termino, ni me invitas a tomar un refresco. Vas a la grada pensando que todos son enemigos. Insultas a los árbitros, a los entrenadores, a los jugadores, a otros padres… Ya no te veo sonreír. ¿Por qué cambiaste?

Creo que sufres y no lo entiendo. Me repites que soy el mejor, que los demás no valen nada a mi lado, que quien diga lo contrario se equivoca, que solo vale ganar. Ese entrenador del que

dices que es un inepto es mi amigo, el que me enseñó a divertirme jugando. El chico que el otro día salió en mi puesto… ¿Te acuerdas? Sí, papá, aquel que estuviste toda la tarde criticando porque no sirve “ni para llevarme la bolsa”. Ese chico va a mi clase. Cuando lo vi el lunes me dio vergüenza.

No quiero decepcionarte. A veces pienso que no tengo suficiente calidad y que no llegaré nunca a ser profesional y a ganar millones, como tú quieres. Me agobias. Hasta he llegado a pensar en dejarlo, pero me gusta tanto.... Papá, por favor, no me obligues a decirte que no quiero que vengas más a verme jugar.

* Me encontré hace unas semanas este texto escrito en un folio, pegado con esparadrapo a una columna del pabellón de Peñarroya-Pueblonuevo. En la cancha jugaban niños. En la grada miraban -y algunas cosas más- padres. No es la primera vez que me cruzo con esta carta. Hasta la reconocí en un buen cortometraje -“Seis contra seis”- y en textos ajenos que se inspiraron -gracias- en ella para contar lo mismo con otras palabras. Hubo amigos que me llamaron desde Galicia, Tenerife o Barcelona contándome que también la habían leído en boletines de clubes, tablones de anuncios y otros soportes. Conozco bien ese artículo. Lo escribí hace un montón de años en el papel de un periódico y ahora lo vuelvo a teclear, letra por letra, en este digital. Vale igual. La vida ha cambiado, pero hay asuntos que van a peor. Y pienso que es una pena mientras sigo con la vista a mi hijo, que corre por la pista.“Seis contra seis”

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