El líder incompleto
Dejemos por un momento el envoltorio de las sensaciones, el estilo y las filosofías de juego y vayámonos a lo esencial. El Córdoba va líder porque gana más partidos que nadie y tiene más puntos que ningún otro en Segunda. Hace tres lustros que no cataba esa posición en la división de plata y cuarenta años desde que no lo hacía una vez rebasada la jornada once. Hay razón más que suficiente como para que los aficionados, que son los que sostienen todo este tinglado, brinden y expongan sin pudor en público y a grito pelado sus sueños de grandeza en vías de recuperación. El Córdoba es un candidato a subir a Primera. Lo parece y lo demuestra con los números en la mano, que es lo que vale. Porque, no nos engañemos, las plazas en la élite no se reparten por concurso de méritos sino por una cuestión de pura matemática. Y al Córdoba le salen las cuentas. Van once jornadas, una cuarta parte del campeonato, y pueden aún ocurrir muchas cosas. Va en la naturaleza de cada uno abonarse a profecías apocalípticas o entender, que ya somos mayorcitos para eso, que se ha conseguido algo muy valioso y que ahora se trata de defenderlo. El punto de partida es extraordinario y habrá que poner los medios que uno tenga al alcance.
A estas alturas de la película, ¿qué necesita el Córdoba? Dentro de nada comenzará el ritual del mercado de invierno y el club blanquiverde tendrá que actuar. Es evidente que debe hacerlo. Habrá quien diga, seguro, que todo va fenomenalmente bien y que esa es la señal inequívoca de que no se debe tocar la plantilla. Y que el fichaje de invierno será Carlos Caballero, que se está pasando toda la primera vuelta sin jugar, con la ficha federativa suspendida por un error del club.
El Córdoba echa de menos un hombre fiable en el lateral derecho, donde Marius Stankevicius -central de 34 años- se está comiendo el marrón de sacar adelante la faena bajo presión. También precisa el equipo de Oltra un medio con empaque y visión, alguien capaz de marcar los tiempos y gestionar las respuestas del equipo ante las circunstancias de un partido. El Córdoba tiene oficio y coraje. Le vendría bien una dosis de liderazgo sereno a la hora de abordar un campeonato que, si los planes siguen marchando, se aboca a un desenlace de alta intensidad emotiva.
Además de algún fichaje -y a expensas de lo que pueda suceder con Florin Andone, al que le saldrán pretendientes seguro-, el Córdoba necesitará también dos ingredientes que no se compran: aguante y suerte. El primero corresponde a todos: desde la cúpula directiva hasta el aficionado que se sienta en la esquina más alta de la Preferencia. Al Córdoba ya lo miran todos con otros ojos. La Segunda División es más que una carrera de fondo; es una maratón llena de trampas ocultas por el camino. Cuarenta y dos partidos para empezar y cuatro más si hay play off. Una barbaridad. El Córdoba ha recompuesto su idilio con la afición en un tiempo récord y ha conseguido sanear las relaciones en el vestuario. Que no se rompa ese amor. Y de la suerte, qué quieren que les diga que no sepan. Acuérdense del gol de Uli Dávila en Las Palmas. Pero hasta ahí hay que llegar.
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