Al encuentro de la claridad
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Córdoba vive un Miércoles Santo histórico con el paso de todas las hermandades por la Mezquita-Catedral | Un retraso en los horarios y un incidente con una formación musical no desluce una jornada plena
Termina la noche más tarde de lo inicialmente previsto. Pero acaba con regocijo. Ya en la madrugada del jueves, culmina una jornada histórica. Que lo es por el paso en su totalidad de las hermandades por la Mezquita-Catedral. Toda vez que el Domingo de Ramos y el Lunes Santo no pudo tener lugar dicha situación, el Miércoles Santo, con la normalidad recobrada a fuerza de compromiso, fue diferente. Las oscuras nubes desaparecieron con el paso de las horas y finalmente el cielo quedó despejado. El cuarto día de la Semana Santa de Córdoba transcurrió de manera plena. Lo fue de la mano de las seis corporaciones que realizaron estación de penitencia y también con la compañía incesante de miles de personas en las calles. Córdoba respiraba primavera, sentimientos y devoción por sus cuatro costados. Ni siquiera los problemas que hubo con el acceso al primer templo de la Diócesis o el incidente con una formación musical deslucieron lo que fue una colección de instantes para el recuerdo.
Poco antes de las cuatro de la tarde parecía que nada de lo que después vino podría suceder. El cielo presentaba una tonalidad oscura y presentaba batalla superadas las tres de la tarde. De nuevo existía incertidumbre. Mal aspecto tomaba el Miércoles Santo en el momento en el que la lluvia hizo acto de presencia con intensidad. Era la hermandad de la Piedad a la que correspondía tomar una decisión y todas las miradas apuntaban a ésta. La atención puesta en una decisión que apenas tardó en llegar. La corporación radicada en San Antonio María Claret, a la hora prevista, decidió realizar estación de penitencia. No solicitó siquiera la media hora de cortesía a la que tenía derecho. Con el tiempo travieso, la cofradía comenzó a recorrer su barrio minutos antes de las cuatro. El día arrancaba de la mejor manera para los cofrades, que desde que tuviera lugar la salida de la primera Cruz de Guía se lanzaron a la calle.
Precisamente la Piedad vivió la que posiblemente será su jornada más inolvidable. Por vez primera, desde las Palmeras, alcanzó la Mezquita-Catedral. Todo un acto de sacrificio, que obtuvo como respuesta el afecto de toda la ciudad. Sus titulares pasaron ante el Santísimo, como hicieron los del resto de las hermandades de un Miércoles Santo pleno, pero con algún que otro problema reseñable. Un ligero retraso en el paso por el primer templo de la Diócesis de esta corporación y de la Paz generaron un parón que, a la postre, significó que los horarios se terminaran de descuadrar para el resto de la noche. Todas las corporaciones se afanaron después en recuperar el máximo del tiempo perdido. Se trataba de un serio test que acabó con un aprobado y que abrió la puerta a la reflexión para mejorar de cara a años próximos.
También era de tener en cuenta que las hermandades habían de realizar, como quien dice, una Carrera Oficial y otra oficiosa, lo cual resultaba más complicado. El sacrificio de todas es sin lugar a dudas la más admirable circunstancia a tener en cuenta en una Semana Santa que en Córdoba perderá el temor al mal tiempo en sus últimos días. Como lo perdió la Paz a las cinco y cuarto, hora a la que, tal y como estaba previsto, colocó su Cruz de Guía en la calle. En una plaza de Capuchinos abarrotada y deseosa de ver a Jesús de la Humildad y Paciencia y a la Virgen de la Paz y Esperanza. La corporación dejó una vez más su sello en el Miércoles Santo cordobés. También tras el retraso sufrido tras su paso por la Mezquita-Catedral, pues en los Jardines de Colón aguardó como siempre una marea humana.
Una marea humana acompañó a todos las cofradías de un Miércoles Santo histórico y que cerca de las seis contaba con un cielo ya mucho más despejado. Un cuarto de hora antes, las puertas de Nuestra Señora de la Paz se abrían para que la Pasión de San Basilio recorriera Córdoba. El Nazareno del Alcázar Viejo caminó de manera seria y elegante a lo largo de todo su recorrido y bella fue en todo instante, como es habitual, la imagen de la Virgen del Amor. Precisamente esta corporación padeció en primer lugar el parón sufrido entre Deanes y Tendillas. El Calvario y la Misericordia la seguían en su trayecto hacia la Mezquita-Catedral y el Perdón se vio detenido en la Carrera Oficial durante más de veinte minutos. Es lo que tenía el itinerario cerrado. En medio de dicha situación tuvo lugar un momento de tensión a la altura de Blanco Belmonte, cuando algunos miembros de una formación musical y varias personas protagonizaron un principio de altercado. Éste terminó en nada y cuando agentes de la Policía Nacional llegaron al lugar, tras requerimiento, la normalidad volvía a ser absoluta.
A las seis de la tarde inició su estación de penitencia el Perdón. El Señor de la Bofetá mostró de nuevo la dulzura de la virtud que es su advocación. Lo hizo con una nueva túnica, que lució a su salida de la iglesia de San Roque y ante el Altar en el que estaba dispuesta la Custodia de Arfe. Fue la hermandad adscrita a La Trinidad la primera en realizar paso ante el Santísimo en una jornada de Miércoles Santo que continuó con la salida procesional del Calvario. El Nazareno de San Lorenzo marchó con elegancia, al igual que hiciera el Santísimo Cristo de la Misericordia, que regresó al primer templo de la Diócesis en último lugar para completar en el corazón de Córdoba una jornada histórica. Inolvidable fue, tanto que nada pudo deslucirla y que fue disfrutada a nivel máximo de intensidad por hermandades y cofrades. La noche terminó más tarde lo previsto, pero poco importó. Porque fue la despedida de un día en el que se ganó la claridad que tanto se buscó.
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