Los políticos son el “tercer” problema
El barómetro de opinión que elabora el CIS revela que la clase política y los partidos políticos son el tercer problema para los españoles, detrás del paro y de los problemas de índole económica. Como estas líneas no forman parte de ningún auto judicial, incluso es muy posible que no las lea nadie más que dos o tres amiguetes, y yo no tengo ninguna relevancia pública, creo que puedo decir con toda tranquilidad que no me extraña que sea así, “máxime ante la convenida decadencia de la denominada clase política” (Pedraz).
Nunca he entendido bien el lenguaje de los políticos. Y les prometo que pongo voluntad e interés y lo intento. Así, esta misma semana, mientras veíamos el paro registrado en la provincia de Córdoba aumentando de nuevo (ya son 97.356 personas), la inversión pública presupuestada por el gobierno reducida a cifras ridículas, los indicadores de confianza empresarial muy deteriorados, los indicadores de confianza del consumidor en mínimos, y las expectativas más bajas que nunca, Rafael Merino, diputado popular que fue alcalde de esta ciudad, miembro de la clase política, ha asegurado que los Presupuestos Generales del Estado para 2013 están hechos para mover el empleo, para que los bancos vuelvan a prestar dinero y el país vuelva a funcionar. Supongo que Merino cree que eso es cierto, yo no, y no entiendo sus argumentos. Voces documentadas y solventes tampoco se lo creen. No se lo creen porque los presupuestos están calculados usando referencias poco creíbles. El Fondo Monetario Internacional empeora sus pronósticos sobre el crecimiento europeo, The Economist calcula que la contracción económica en 2013 será más del doble de la prevista por el gobierno, y el Eurogrupo cree que España lo tiene muy difícil, vistas las previsiones de crecimiento económico, para cumplir sus objetivos de déficit. El gobernador del Banco de España piensa lo mismo, considerando que las previsiones del gobierno son ciertamente optimistas, y dejando claras sus dudas sobre la posibilidad de que se cumplan las previsiones de ingresos, lo que imposibilitaría la ejecución del gasto.
Esto recuerda bastante a los brotes verdes que hace más de tres años Elena Salgado, también miembro de la decadente clase, quería que viéramos y creyéramos. La entonces vicepresidenta del Gobierno socialista fue excesivamente optimista como lo es ahora el gobierno popular.
Yo me temo lo peor. Me explico. El gobierno presenta sus cuentas, con sus cálculos y sus previsiones. Otros, que son muy pesimistas, dirán, le corrigen, y le piden que revise todo, cuentas y cálculos, que algo no está bien ajustado. Mientras tanto, Rajoy sigue deshojando la margarita: rescate sí, rescate no. Le aconsejan que establezca mecanismos de ajuste y prevea medidas que permitan corregir las desviaciones que se produzcan. Y cuando lleguen (las desviaciones), entonces no queda más remedio que aplicar las medidas; qué vamos a hacer, no hay margen, dirán. Como muestra evidente está la recomendación del gobernador del Banco de España de que el gobierno piense seriamente si debe o no revalorizar las pensiones. Todo muy bien orquestado.
A Rafael Merino sí le doy la razón en una cuestión, en que no hay dinero y en la responsabilidad que tienen los gobiernos socialistas anteriores respecto a la situación actual. A Elena Valenciano, vicesecretaria general del PSOE le doy la razón en que el gobierno del PP debe resolver las incertidumbres que genera en sus actuaciones, en la ineficacia de sus decisiones para resolver la crisis económica, y en la injusticia e ineficacia de muchas de ellas. Y a los que contestaron a la encuesta del barómetro de opinión del CIS se la doy también compartiendo con ellos la desconfianza hacía la nefasta actuación de los decadentes políticos españoles. Si se arregla el tercer problema, difícil cosa, lo más seguro es que otros problemas empiecen a mejorar.
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