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Los otros indicadores “económicos” de la crisis

Fernando Lara

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Siempre han estado ahí, muchas de ellas forman parte del vocabulario común desde hace mucho tiempo. Otras, casi desconocidas para la mayoría de los españoles hasta hace poco tiempo, son ahora muy comunes y utilizadas. Me refiero a las palabras con los que describimos fenómenos, que sin ser en exclusiva objeto de estudio de las disciplinas económicas, son imprescindibles en el lenguaje propio de las mismas. Entre las más conocidas (algunas de ellas por convivir desgraciadamente durante largas etapas con la descripción de nuestras estructuras y coyunturas sociales y económicas) están desempleo, paro, crisis, recesión, inflación, Producto Interior Bruto (PIB), déficit,… Entre los términos que se han incorporado en estos años de zozobra seguramente sean “prima de riesgo” y los hasta ahora inexistentes “brotes verdes” los  más utilizados. Los indicadores económicos están relacionados con estos vocablos, y los utilizamos los economistas para el análisis y descripción de la situación económica. Para medir el desempleo: la tasa de paro (o el paro registrado); para valorar el estado del ciclo económico: la evolución del PIB; para calcular la inflación: el Índice de Precios al Consumo (IPC); para valorarla confianza de los inversores y la solvencia de la deuda pública: la prima de riesgo; etc.

Ya sabemos, casi todos por experimentarlas personalmente con mayor o menor intensidad, cuáles son las consecuencias de que los indicadores se muevan en la dirección en que lo hacen ahora. Si aumenta el paro, bajan los salarios, no hay crédito y vemos el futuro negro, la consecuencia inmediata es que tenemos menos dinero, que parte de lo que queda (a quien le quede) después de cubrir los gastos básicos e imprescindibles, lo guardamos para ese incierto porvenir, y por tanto consumimos menos. Nuestros hábitos cambian.

Los cambios de hábitos y las pautas de comportamiento asociadas a los mismos se utilizan también como indicadores (al menos como referencias más o menos rigurosas) para analizar lo que pasa; y si es posible para predecir futuros cambios cuando se observen a su vez modificaciones en los mismos. No son nada científicos, pero curiosos sí que son. Y discutibles también, pero para eso estamos, para ver si sirven o no al propósito para el que se proponen.

Estos indicadores raros, exóticos, y hasta surrealistas los pueden encontrar en Internet, no los he inventado yo, y son muchos los que ya han escrito sobre ellos (casi siempre copiándose unos a otros). Yo he ido “coleccionándolos”, y ahora les voy a referir algunos, copiando a su vez de quienes ya nos han hablado de ellos. No he usado ningún criterio para seleccionarlos, sólo que sean accesibles en el sentido de que  podamos comprobar en nuestro entorno, con nuestros conocidos (amigos o no) y con nuestro propio comportamiento, si hay algo de rigor en ellos. Aquí están:

Hay más, muchos más. Algunos tan tristes y dolorosos como el aumento de las depresiones y problemas psicológicos, el número de desahucios, los suicidios, el número de mujeres que se prostituyen y la pérdida de esperanza en que los que nos gobiernan sepan como salir de esta y tengan voluntad de hacerlo.

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