Córdoba y sus pueblos
No sé si tanto calor me ha hecho bien. En estos últimos días, entre velada va y velada viene, entre catas tradicionales y verbenas de barrio se me ha encendido el farolillo de la crítica, también necesario para avanzar.
Recuerdo aquella noticia en la que nos echábamos las manos a la cabez
a y nos alarmábamos porque los estadounidenses de a pie no sabían dónde situar geográficamente a España. Más vale que ya hayan aprendido, porque el mundial de baloncesto se juega próximamente en esta cancha. Nunca olvidaré la indignación que brotaba entre nosotros. Recriminábamos con rabia a ese todopoderoso país de ensueño. Para determinados sectores fue considerado un síntoma de incultura, unos lo interpretaron como una de las formas de manifestación del egocentrismo y, opiniones varias, tomaron como base el símbolo de la ignorancia, conscientes del poderío estadounidense. Otros intuyeron que los mal llamados americanos estudiaban en las aulas de geografía considerando a la Tierra plana y a su país, su centro.
¿Y a qué viene todo esto? Precisamente porque no me gustaría que esta situación se extrapolara a nuestro entorno más inmediato. Podrá pensarse que tengo complejo de inferioridad, de pueblo, pero todavía se sigue escuchando esa expresión despectiva de “tú eres de pueblo”, como si pertenecer a uno de ellos supusiera ser peor o ser necesariamente hijo de cabrero, con todo mi cariño y respeto a esta profesión, o no tener derecho a bañarse en una piscina, porque para algún que otro ignorante, y esto he tenido que escucharlo, en los pueblos parece ser que solo hay albercas.
No es una mera invención mía, sino fruto de una triste mentalidad. Aunque también está el ser de pueblo cuando a uno le interesa, para alardear de sus fiestas patronales o para presumir de una determinada denominación de origen, de vino o de aceite, por ejemplo. Para mí, estos casos son como tener un tío en “Graná”. Para los cordobeses no desearía la misma comparación, de ahí la justificación de estas líneas. Evitemos caer en esta absurda tentación.
Negar a Córdoba como eje central y como motor económico de la provincia es poner lo blanco, negro. Caer en el mismo error sería no aprovechar las sinergias que pueden producirse entre los pueblos y la capital, y viceversa. Ahí quedan esos macro proyectos en los que se duda entre afectar exclusivamente a la ciudad de la Mezquita o extender el beneficio al resto de municipios, pudiéndose. Veo que cada palo está aguantando su vela como mejor puede y que la tan necesaria concepción de unidad está quedándose muy lejos.
Una cosa tengo clara: Córdoba no es nada sin sus pueblos y estos no son nada sin su Córdoba de referencia. Ni la capital puede seguir mirándose a su propio ombligo ni los otros vestir siempre con el traje del patito feo.
A esta fiesta, o salimos todos juntos o no se sale, porque “somos de primera” ¿verdad?
José Antonio León Llorente
@vistadpajaro
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