La banda sonora de un tatuaje

Las canciones narradas en si no son un género musical, pero desde siempre me encantaron. Una cadencia de ritmo acompañando una letra cuasi hipnótica. Contar una historia como si pareciera que estás leyendo en voz alta un trozo de un libro cualquiera a alguien al oído en un sofá rojo.

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Como no sé música, a lo más que llego es a coleccionar esas canciones en mi memoria y a escribir letras con una melodía imaginaria que solo yo puedo escuchar. Una melodía hipnótica a la que poner letra con escritos que un día metiste en un cajón. De tarde en tarde aparecen de nuevo como los tatuajes de la película memento. Poco más que explicar, eso me ha pasado mientras preparo la lista de esta semana, hoy me vino a la memoria que intenté ponerle una banda sonora a un tatuaje.

Los tatuajes son para toda la vida, o eso al menos dicen. Pero el tuyo no. El tuyo se borrará como una calcamonía de superhéroe que venga de regalo en un paquete de chicles. Al menos eso me decías para autoconvencerte de que hay vuelta atrás de esas acciones adolescentes que se hacen con amigos del alma.

Yo no sé si tu tatuaje se borrará, es probable que nunca llegue a saberlo, es probable que no esté allí para ver como poco a poco se desvanece.

Al final solo me quedará la incertidumbre. La incertidumbre de no saber si ese tatuaje algún día se borrará. La incertidumbre de no poder comprobar que cada mañana sigue ahí, perdiendo fuerza como cuando pasaba la esponja por tu espalda mientras nos duchábamos juntos. La incertidumbre de no saber que si siguiera haciendo la broma de rascar en tu espalda con mi dedo índice se borraría.

Los tatuajes son para toda la vida, o eso al menos dicen. Los de tinta al menos sí, los otros ya lo veremos. Los tatuajes a fuego en las sienes, ya lo veremos.

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