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Sobre este blog

Como desde siempre he sido reacio a levantar pesos o manipular herramientas, pero sé leer, escribir y hablar, he acabado trabajando (es un decir) en medios de comunicación escritos y radiofónicos. Creo que la comunicación y la cocina tienen muchas cosas en común: por ejemplo ambas necesitan emisores y receptores, y tienen una metodología parecida, una suerte de sintaxis y de morfología que deben ser aplicadas. Cocino habitualmente en casa y mi último descubrimiento ha sido comprobar que recoger y limpiar utensilios mientras preparo la comida es muy bueno: ha cambiado mi vida, de hecho. Buen provecho a todos.

Padre

Aullido del lobo | RTVE

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Cuando éramos chicos, a mi hermano y a mí nuestro padre se nos aparecía como el hombre más grande de la tierra. Es natural. 

Sus manos eran enormes, la distancia entre sus hombros era inabarcable. Además viajaba por su trabajo y volvía como Ulises a una Ítaca de piso de barrio donde estábamos Penélope, mi hermano y yo. Mítico. 

Vestido con una camisa de algodón blanco de tirantes, en el más puro look de neorrealismo italiano, mi padre nos contaba en la terracita el cuento de Pedro y el lobo. Según él, en su versión, el protagonista era Pascualín, “un niño que tenía el vicio de mentir”, que engañaba a los pastores amenazando con la falsa llegada de un lobo. 

Mi padre hacía el papel de los pastores engañados por Pascualín y los representaba dándose cortes de mangas en sus brazos enormes y con voz tronante: “¡Y una mierda, cabrón! ¡Nos has vuelto a engañar! ¡Tus muertos! ¡Ya te pillaremos…!” Lenguaje ideal para niños. 

Mi padre se dejaba llevar por el protagonismo de los pastores vacilados y engañados y nunca nos contó el final del cuento, su cierre. Era tan divertido verlo hacer cortes de manga y pegar voces que lo demás daba igual. 

A casa, al pisito del barrio, nunca llegó el lobo. Cuento interrumpido. 

Mi padre odiaba su nombre de pila, por eso aquí no lo nombro. Me prohibió ponérselo a mi hijo. No lo haría y no ha habido lugar. Yo, creo, que hubiera negociado a tres bandas sobre ese tontísimo tema. 

A mi padre le importaba un pimiento el fútbol, pero llegó a decir en un bar del barrio que era del Barça “porque sus hijos lo eran”. El amor más grande. 

La última imagen que tengo de mi padre es la de un hombre por fin pequeño y sereno, iluminado por luz de hospital, descansado… buff, tal vez satisfecho. Joder. 

Me gustaría que hoy ganase el Barça para que mi padre estuviera contento porque yo estaría contento. 

Pero si eso no pasa, da igual. Será otro cuento interrumpido.

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Como desde siempre he sido reacio a levantar pesos o manipular herramientas, pero sé leer, escribir y hablar, he acabado trabajando (es un decir) en medios de comunicación escritos y radiofónicos. Creo que la comunicación y la cocina tienen muchas cosas en común: por ejemplo ambas necesitan emisores y receptores, y tienen una metodología parecida, una suerte de sintaxis y de morfología que deben ser aplicadas. Cocino habitualmente en casa y mi último descubrimiento ha sido comprobar que recoger y limpiar utensilios mientras preparo la comida es muy bueno: ha cambiado mi vida, de hecho. Buen provecho a todos.

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