En la ONU
Soy un representante de un país en la ONU. Trabajo aquí en este edificio tan chulo de Manhattan N.Y.C, en la primera avenida, junto al East River. Los amaneceres a través de la ventana de mi despacho son preciosos –si hace un buen día y no hay “boina” de polución sobre el Midtown, claro-.
Mi trabajo es sencillo y está bien pagado. Consiste en acudir a distintas comisiones de gran importancia sobre temas también de gran importancia como, yo que sé, hambrunas, derechos de la infancia, epidemias, concienciación sobre lo que sufren las vértebras cervicales de las taquígrafas, fronteras móviles, tecnología móvil sin fronteras, minerales fósiles… cosas así.
Yo acudo a esas comisiones, me dan una carpeta y dormito junto a otros representantes de otros países más o menos como el mío. Luego salimos y vamos a una de las cafeterías del complejo que, además, son muy baratas y tienen desde pretzel a tortilla de patatas sin cebolla, todo muy bien envuelto en plástico y servidas en bandejas de poliespan.
Ya digo que el espacio es bonito y bien situado. Creo que lo hicieron
le Corbusier y Niemeyer, entre otros –esto es del mundo-. A sus puertas, haciendo un poco de trampa, Alfred Hitchcock rodó la salida y entrada de un atribulado Cary Grant en “Con la muerte en los talones”. Al único director que le han dejado rodar en las instalaciones fue a Sidney Pollack en “La intérprete” –qué guapa es Nicole Kidman-.
Me gusta mucho la obra de Sidney y me hace gracia su apellido (cosa de los idiomas en esta Torre de babel).
Hoy es uno más de esos días especiales: el presidente del gobierno de mi nación, junto al de otros, viene a hablar a la Asamblea General. Sobre el cambio climático o el calentamiento global o algo así. Da igual; sé por experiencia que cada uno de ellos va a hablar de lo que les salga del apellido de Sidney, ese gran director que hizo “La Tapadera” o “Memorias de África” (en ésta lloro siempre).
Total, yo sólo tengo que entregarle un dossier al que no va a hacerle ni caso y, luego, subirme a la tribuna con un capuccino envasado en plástico con pajita y hacer como que lo escucho.
Por cierto, un día hojeando un libro de la biblioteca del edificio, me enteré de que se construyó en los terrenos de lo que antes fue un matadero. Qué cosas.
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