Melancolía
Veo el helicóptero Cougar sobrevolando Cuelgamuros con una cerveza Estrella Galicia en la mano en el bar del barrio. Vemos la tele unos parroquianos como si viéramos el partido en un día de fiesta (local).
Hay nostálgicos –quién no lo es a cierta edad-, por no decir melancólicos. Melancolía se llamaba antes a la depresión. La melancolía es la enfermedad de nuestro tiempo. Bueno, creo que es la enfermedad de todos los tiempos. De hecho, yo conocí a Emily Dickinson –que era muy melancólica- en su casa de Arhem (Massachuttses), cuando aún no se habían inventado los helicópteros.
Me gustan los helicópteros.
Y las norias. Como la del Prater, en Viena, donde se sube Harry Lime (Orson Welles) en “El Tercer Hombre”.
A Lime lo entierra dos veces el guión de Graham Green. Por hijo de puta. Y Alida Valli, sin embargo, no deja de quererlo.
Me acordaba de la peli viendo el Cougar volando rotundo por el cielo despejado de Castilla y también de esa otra de Tommy Lee Jones: “Los Tres entierros de Melquiades Estrada”. No dije nada, claro, en el bar.
Me acordé también de mi abuelo José Antonio y de una cuneta y de una curva a las afueras de mi pueblo.
Pagué los botellines y regresé a mi casa sin especial sensación de victoria, pero satisfecho como empatar en campo contrario.
Un helicóptero Cougar Superpuma de transporte táctico cuesta unos 22 millones de dólares –negociables, como todo-, por si alguien está interesado.
No me parece caro, si atendemos más al valor que al precio.
Pero sí creo que ha habido demasiado ruido. Y no es del helicóptero.
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