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Hell´s kitchen

Juan José Fernández Palomo

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En el diagrama cartesiano en el que situamos las cosas se ha convenido en que el cielo está arriba, en el eje de ordenadas o de las “y”, mientras que el infierno está abajo de ese mismo eje.

Perpendicular a él se sitúa otra recta horizontal a la que llamamos eje de abscisas o de las “x”. Es decir, en esta simple teología de andar por folio, el punto de unión entre ambos ejes estaría equidistante entre el cielo y el infierno, y se llama “origen de coordenadas”, aunque nosotros podríamos tildarlo de “limbo”.

Aunque sea origen de coordenadas, centro u ombligo de un cuerpo místico, el Limbo puede desaparecer a golpe de encíclica o de sanción urbanística. De hecho, la historia nos recuerda que esas cosas pasan. Con lo cual, el ascensor que nos eleva o nos desciende del cielo al infierno -y viceversa- actúa con más velocidad, sin apenas traqueteos y como más, digamos, lubricado. De esto se percató, años antes que Descartes, el propio Dante y, después, Woody Allen, entre otros.

Alguien pulsa un botón del montacargas y un presidente recién muerto alcanza la cima del eje de las “y”. Otro vuelve a pulsar y ese mismo presidente, por ejemplo, desciende al averno de la línea de ordenadas.

Eso ocurre sin perder la perspectiva de que cualquiera que pulse el botón se encuentra purgando sus avatares en esa amplia parte del diagrama que una vez fue conocida como limbo y al que, en realidad, le importa un pimiento lo del cielo (up) y lo del infierno (down). Ya le importará cuando no pueda salir de la cabina del elevador.

Es en esa geografía de coordenadas en el plano donde se cocina todo lo divino y lo humano, la alabanza y el desprecio, la luz y la sombra, lo crudo, lo pasado y lo micuit. Y, créanme, eso es mucho más rico que ese maximalismo del cielo y el infierno; como si las cocinas de arriba fueran de alabastro donde seráficos chefs aplican hidrógeno a los alimentos mientras que abajo hay un mesonero grasiento con cuernos calcinando trozos de carne al carbón.

Las cosas no son así. Lo que pasa es que es muy fácil darle al botón del ascensor, sobre todo si no estás dentro y muerto.

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