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Sobre este blog

Cordobés como el pego, nací en plena Guerra Fría y crecí durante la Paz Caliente. En 1985 vine al mundo un día después de San Valentín. Fue un mal presagio pues el amor poco me ha querido. Quizá fue porque llegué tarde. De pequeño jugaba a ser periodista y de mayor sigo con la tontería. Ahora paso también el tiempo confundido: me consideran millennial y a la vez, viejuno. Me gusta todo lo que a cualquier individuo de un siglo anterior al XXI. Desde hace unos años me soportan en CORDÓPOLIS y a partir de este momento aparezco por aquí sin saber muy bien qué contar. Por cierto, me hago llamar Rafa Ávalos y mi única idea es escribir lo que me salga del… alma.

Día Internacional del hombre blandengue

Imagen de una manifestación de un 8-M en Córdoba.

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Menos mal que quedó atrás el 8 de marzo. O el 8-M, como se acostumbra desde hace unos años a llamar a cualquier fecha. Terminó el coñazo del color morado por doquier. Acabó la retahíla de las pobres mujeres -que por supuesto son todas- que tanto sufren con la discriminación del sistema patriarcal. Por fin podemos respirar tranquilos, como mínimo, durante unos días. Y menos mal que con esto de la Covid-19 -que por cierto, fue culpa suya y sólo suya- no tuvieron la oportunidad de salir por miles a la calle. Ahí, a joder al personal que tiene que trabajar o vaya usted a saber qué. Quizá es buen momento para retomar el pulso a la realidad y recordar a cada quien su lugar. El hombre, a la profesión en el exterior y generar los sustentos de la familia; la mujer, pues en su casa a cuidar de los hijos, cocinar, barrer, fregar, planchar… todas esas cosas. Pero el caso es que últimamente son más y más los machos amariconados que les bailan el agua.

Habrase visto un tipo, con su pelo en su pecho y en la espalda, en el supermercado. ¡Y de vuelta al hogar cargado de bolsas! Es una vergüenza. Como todo aquel que opta por bajarse los pantalones y hacer las tareas de la casa. Si usted prepara la comida a sus hijos, o siquiera para usted, si ordena el dormitorio e incluso lava los platos… Si es usted de los que casan con el feminismo, permita que le diga una verdad dolorosa. Es un hombre blandengue. Que ya lo señaló el Fary, que de ser varón sabía un rato. Ay los tiempos que nos tocan vivir. Mientras, las buenas mujeres no dejan de comerles el terreno a los machos, cada vez más apocados. ¿Hacia dónde nos dirigimos? Hacia un mundo de lesbianas e individuos sin pene probablemente. Es horrible.

Aunque lo realmente terrible es la intolerable misoginia que cada vez más reluce en determinadas sociedades. Pongamos a España como ejemplo. En el imperio de Isabel y Fernando -Santiago, Isabel antes que Fernando- hay quien desea volver a los años en que la publicidad de determinados productos, y mucho después del negro y blanco en la televisión, a través de ideas ofensivas. Como aquella mujer que entendía que para no recibir un bofetón de su marido debía recibirle a cual monarca y darle todo cuanto requiriera. A aquel señor quizá hubieron de cortarle la mano tan larga de que presumía y al que le creó, a lo mejor enviarle a terapia psiquiátrica para saber si padecía algún tipo de trastorno. Digamos que más de uno, y de dos por desgracia, actualmente ven con buenos esas gestas viriles de ser el cabeza de familia, el dominante, el verdadero sostén del hogar.

La igualdad no es un derecho sino una obligación

Por los cojones, caballero. A usted que aplaude a Santiago Abascal -sí, el de Isabel y Fernando- cuando habla del elevado número de denuncias falsas por violencia de género, quizá le venga bien saber un dato esclarecedor -estremecedor supongo en su caso-. En 2019 fueron 168.057 las demandas de este tipo que se presentaron en todo el país. De todas ellas, la descomunal cifra de simulaciones -bastante malévolas, por cierto- ascendió a SIETE. Sí, lo pongo en mayúscula: SIETE de 168.057. El apunte no aparece de la chistera de un mago sino que lo reflejó la Memoria 2020 de la Fiscalía General del Estado. Pero es necesario insistir, para aquellos con un pensamiento tan rancio como el yogur que un 30 de mayo descubres que es del 7 de diciembre -del año anterior, se entiende-, en aquel mensaje de que la igualdad de género es una tiranía de la fémina sobre el machote.

Y éste es sólo un ejemplo de la simiesca mentalidad de algunos, y también algunas, en este avanzado siglo XXI. Otro puede ser la tan discutida falta de oportunidades en el mundo laboral. Por no extendernos en demasía, vayamos a los guarismos globales. España cerró el pasado mes de febrero con un 57,5% de mujeres desempleadas y un 42,5% de hombres en situación de paro. Muy equilibrado no está el tema. En cualquier caso, y a lo que un servidor quiere llegar, es que la igualdad no es un derecho sino una obligación. Por mucho que determinados sectores del feminismo, como aquellas que sacan en procesión una figura con forma de chocho o las que se manifiestan con las protuberancias al aire, hagan más mal que bien a una corriente que no es de ahora. Y eso, en una sociedad capaz de pensar, probablemente llevaría a una reflexión. No me gustan, quiero decirlo, las mujeres que creen que el pene es un arma blanca y que quien lo porta porque así lo quiso la naturaleza es un presunto culpable. Pero mucho menos me agradan quienes viven en la falacia y tratan de ocultar una patente misoginia. Así que, si a uno le toca compartir género con estos especímenes, prefiero ser hombre blandengue a machote de buen cipote.

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Cordobés como el pego, nací en plena Guerra Fría y crecí durante la Paz Caliente. En 1985 vine al mundo un día después de San Valentín. Fue un mal presagio pues el amor poco me ha querido. Quizá fue porque llegué tarde. De pequeño jugaba a ser periodista y de mayor sigo con la tontería. Ahora paso también el tiempo confundido: me consideran millennial y a la vez, viejuno. Me gusta todo lo que a cualquier individuo de un siglo anterior al XXI. Desde hace unos años me soportan en CORDÓPOLIS y a partir de este momento aparezco por aquí sin saber muy bien qué contar. Por cierto, me hago llamar Rafa Ávalos y mi única idea es escribir lo que me salga del… alma.

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