¿Cuál es el puto problema?
No hay ningún inconveniente medioambiental al campo de golf
No es difícil imaginar a un señor con pantalones bombachos, calcetines arlequinados y gorra vintage patear tranquilamente la pelota sobre el 'green' mientras los vecinos de El Viso se quitan la sed con gaseosa blanca. Decimos El Viso como podríamos decir Alcaracejos, Espiel, Lucena y hasta 25 municipios y 14 aldeas de la provincia de Córdoba, que han sufrido restricciones de agua potable en lo que va de verano.
El cambio climático avanza implacable sobre el sur de Europa a la misma velocidad con que los ayuntamientos dan luz verde a espléndidos campos de golf. No nos pregunten por qué, pero existe un sorprendente correlato entre el incremento exponencial de la escasez de agua y el incremento exponencial de la demanda. Cualquier matemático llegaría a una sencilla conclusión en apenas 30 segundos, pero en las gerencias de urbanismo, por lo que parece, dos más dos es igual a ocho y tiro porque me toca.
Un campo de golf consume el agua equivalente a una población de entre 10.000 y 15.000 habitantes. Córdoba va camino de construir su tercera cancha en la Casilla del Aire. Si hacemos una cuenta simple, el año próximo los tres campos de golf consumirán el agua de, al menos, 30.000 personas, casi la mitad de las que están sometidas a restricciones este verano.
Todos los estudios científicos certifican que Andalucía será una de las regiones más afectadas del planeta por los efectos del calentamiento global. Las precipitaciones se reducirán de forma drástica, cientos de acuíferos se desecarán y la temperatura media alcanzará registros sin precedentes. Los embalses de Córdoba están hoy al 16% de su capacidad. Por esa razón, quizás, los ayuntamientos se han lanzado a esta frenética carrera por sembrar de campos de golf lo que hasta ayer eran tierras de secano. De tal forma que las 109 canchas andaluzas consumen ya el mismo volumen de agua que más de un millón de personas.
El ser humano es esa extraña especie animal capaz de pisar el acelerador hacia el precipicio mientras descorcha una botella de champán y se fuma un puro habano. Si hay que morir, que sea sin miserias. Joder. Por eso, el señor alcalde de Córdoba, cuando fue inquirido por los daños medioambientales de una infraestructura de este tipo, encendió un pitillo, llenó una copa de cava y nos regaló un axioma de lógica aplastante: “Si cumple con la normativa, no hay inconveniente urbanístico, no hay inconveniente medioambiental y no impacta en Medina Azahara, ¿cuál es el problema?”.
Y eso mismo decimos nosotros. ¿Cuál es el puto problema?
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